La ley impide que un presidente del Gobierno en funciones pueda nombrar ministros. Por eso Rajoy no ha podido sustituir a José Manuel Soria en Industria y Turismo, tras dimitir en abril al aparecer en los «papeles de Panamá», ni a Ana Pastor, que hace dos semanas abandonó Fomento para presidir el Congreso. Ni tampoco podrá hacerlo con Alfonso Alonso, titular de Sanidad, por su incompatibilidad como candidato en las elecciones vascas. Sus tareas son asumidas por otros compañeros de gabinete, pero al paso que vamos no me extrañaría que la perseverancia y el ritmo del tiempo que caracteriza a Rajoy le hagan quedarse como presidente en funciones pero sin ministros. Bromas aparte, aunque la situación actual raya el esperpento, el balón de la investidura/formación de gobierno sigue en el aire. El líder del PP se mostró este miércoles optimista después de su entrevista con Albert Rivera, quizá de manera exagerada, para poner en evidencia el encastillamiento de Pedro Sánchez, con el que no hubo el más mínimo acercamiento, aunque los de Ciudadanos también se mantienen inamovibles y permanecen en esa abstención técnica en la segunda votación. La formación naranja perdió fuerza en las segundas elecciones, muy posiblemente por su pacto con el PSOE y apoyo a Sánchez. La frescura de muchas de sus tesis y la imagen de Rivera pueden derretirse si no son capaces de mostrar menos flexibilidad y más contundencia en sus posicionamientos, además de superar ciertos problemas de cohesión interna. C’s tiene una oportunidad de oro si eleva el listón. Creo que muchos de sus votantes entenderían el ‘sí’ a Rajoy y además que formaran parte de su nuevo ejecutivo con la incorporación de uno o dos ministros y la de un vicepresidente para poner en marcha «desde dentro» importantes y rápidas reformas que el PP no se ha atrevido. Lograría una necesaria e imprescindible regeneración, alejando a los conservadores de cualquier atisbo de corrupción, algunos de cuyos juicios comenzarán a celebrarse el próximo otoño, con un daño que tendrán que soportar de la mejor manera posible. Son la cuarta fuerza política y pueden acabar como UPyD o encontrar un espacio visible y protagonizar los cambios. No creo que la propuesta sea de política ficción, ya que la realidad que sufrimos supera al relato fantástico o de terror. Y si no que se lo pregunten a los socialistas. El último en poner el dedo en la llaga ha sido Rodríguez Zapatero, al reclamar un «diálogo interno» en el PSOE y advertir de que sería «negativo e inconveniente» celebrar nuevas elecciones. El partido está acorralado, fruto de la decisión de su comité federal. Pero el problema que tienen es quién le pone el cascabel al gato y propone una reunión para desdecirse. Hay riesgo, no de quebrarse, de fractura si su mirada es corta y endogámica, en lugar de hacer lo que piensan la mayoría de sus votantes y lo mejor para este país. ¿No les parece?