Los miembros de los equipos negociadores del Partido Popular y Ciudadanos se han podido ganar el sueldo esta semana de agosto, no como el resto de diputados y senadores del Reino de España. Salvo el lapsus de la campaña de junio, llevan una vida bastante cómoda y placentera desde las elecciones de diciembre del año pasado. Permítanme que les censure abiertamente a los padres de la patria por no ganarse las retribuciones que perciben.
Sufrimos todavía una situación que aleja a muchos ciudadanos de la política y de quienes nos representan. El descrédito por no tener un gobierno reafirma a aquellos que están desencantados de nuestro sistema democrático, piensan que en los partidos hay muchos que viven del cuento, sólo trabajan en provecho propio o propician la corrupción. La generalización es exagerada pero hay demasiados casos y escenarios, como el actual, contra el que hay que mostrarse beligerante.
Parece que hoy domingo se formalizará el acuerdo de investidura entre PP y C’s, al que también se sumaría Coalición Canaria, por lo que a Rajoy le faltarían solo seis votos afirmativos de apoyo, en primera convocatoria, u once abstenciones en la segunda sesión. Como quiera que Pedro Sánchez se mantiene petrificado en su «no es no» y nadie en su partido es capaz de moverse en sentido contrario, se tiene ya asumido que el Rey tendrá que abrir otra ronda de consultas. Es posible que en ese momento emerja de nuevo la alternativa de Sánchez o que su jugada sea pedir la cabeza de Rajoy. Ambas salidas son bastantes excéntricas, sobre todo la segunda cuando la propone el líder de los socialistas que ha conseguido para su partido los peores resultados electorales por dos veces consecutivas.
El papel de bisagra de la formación de Albert Rivera ha quedado evidente con el desbloqueo que ahora ha propiciado después de que en la anterior y fallida legislatura lograra un pacto con el PSOE. A falta de conocer el texto del acuerdo, es fácil suponer que las distancias y diferencias entre populares y socialistas no deben ser muchas si ambas formaciones son capaces de entenderse con Ciudadanos. Pero como asistimos a una ceremonia fundamentada en el desencuentro, el esperpento y el funambulismo, tendría gracia que se pusieran de acuerdo en evitar las elecciones el 25 de diciembre (la guinda en el pastel de los despropósitos), al adelantar la fecha acortando plazos, incluso de la campaña electoral, o mejor suprimiéndola. Sería un motivo más para abstenerse si fueran capaces de cambiar una ley orgánica, para lo cual es necesaria mayoría absoluta, y no lo sean para llegar a una investidura. ¿No les parece?