Albert Rivera tuvo la gallardía, este viernes desde la tribuna del Congreso de los Diputados, de pedir perdón por haber fracasado y no haber sido capaz de cumplir el mandato de la ciudadanía. «Tenemos que ser la solución, no el problema», señaló con certeza. Le honra cuando ha sido quien lo ha intentado con esfuerzo y denuedo, a un lado y a otro, a su izquierda y a su derecha, con Sánchez antes y ahora con Rajoy. No lo ha conseguido pero no creo que haya nada que reprocharle, cuando el principal fundamento de su espacio político es el centro, siempre en función de los extremos. Ha sido el único que ha movido ficha ante el inmovilismo. Si hay que exculpar a alguien de responsabilidad por llegar a unas terceras elecciones es, sin duda, a Ciudadanos.
Hay dos meses por delante para evitar lo que sería un esperpento y falta de respeto a los millones de votantes que acudieron a las urnas en diciembre y junio pasados. La representación continúa, pero el desenlace no está del todo claro porque nadie quiere llegar a la convocatoria navideña. Sería impresentable, insisto, que sí se pusieran de acuerdo en modificar la fecha del 25 de diciembre y no en formar gobierno.
Las elecciones en el País Vasco y Galicia pueden servir de palanca. Aunque el portavoz del PNV señaló en su intervención durante la segunda sesión que no apoyaría la investidura de Rajoy ni antes ni después, hay quien piensa que si los nacionalistas vascos necesitaran y recibieran el sustento ‘popular’ para gobernar en Ajuria Enea, sus cinco diputados en la carrera de San Jerónimo cambiarían el sentido de voto. A pesar de eso faltaría un escaño, pero no creo que ese escenario llegue a producirse. La distancia entre nacionalistas y PP no es la misma que cuando Aznar metió a Arzallus en su sede de Génova o hablaba catalán en la intimidad. Ha llovido mucho y mal, desde entonces hemos ido para atrás como los cangrejos en la solución de los problemas territoriales de España.
También es posible que los socialistas sufran un gran descalabro en estas dos comunidades y se provoque un cataclismo en sus filas, pero mientras tanto Sánchez moverá ficha e intentará una alternativa. Ya ha anunciado que se pondrá en contacto con Iglesias y Rivera. El líder socialista ha cumplido con el ‘no’ a Rajoy impuesto por su partido, pero el mismo mandato le impide aliarse con quienes auspician la ruptura de la unidad de España, como es Podemos y otras ‘fuerzas del cambio’ y su «derecho a la autodeterminación». Pero los de Iglesias son especialistas en la transformación ‘ideológica’. Ahora se trata de ser un candidato viable y ahí es donde Rajoy tiene el riesgo de no ser presidente. Mariano, sé fuerte. Si piden tu cabeza, reclama tú y tu partido lo mismo de Pedro Sánchez. ¿No les parece?