Semana marcada por unos calores impropios de septiembre la que hemos vivido, con altas temperaturas que posiblemente hayan afectado a las meninges de algunos de los políticos que quieren pero no pueden, y veremos si saben, regir correctamente los destinos de esta España nuestra.
Rajoy y su partido se han pegado un tiro en el pie con el no nombramiento del ex ministro Soria para el Banco Mundial. Escucharemos a De Guindos en sede parlamentaria para entender algo incomprensible, sobre todo cuando no se trataba de un concurso abierto o de méritos sino una designación de carácter político para este excelente remunerado cargo internacional. También lo fue en su momento el de Bibiana Aído en otro organismo de la ONU tras desaparecer el ministerio de Igualdad que ocupaba.
Supongo que Rajoy después de su no investidura se llevó un buen disgusto con la que se ha armado con su amigo canario «sólo por haber aparecido en los papeles de Panamá». Pero su estado de ánimo se habrá recuperado bastante al conocer los resultados de la última encuesta del CIS. El sondeo señala que en las elecciones que se celebrarán en dos semanas el PP revalidará su tercera mayoría absoluta en Galicia con Alberto Núñez Feijóo, mientras en el País Vasco sufrirá un leve retroceso, pero serían la llave para permitir el gobierno nacionalista de Íñigo Urkullu.
Por lo demás, seguimos asistiendo a ciertas ceremonias de confusión como las que protagoniza el socialista Pedro Sánchez y sus contactos telefónicos con líderes de otros partidos. Aunque no se haya propuesto para nada, no es candidato a nada, ni está pensando en gobierno alguno, trata de estar en la solución, pero todavía no sabemos cómo. Ahora dice que el problema lo causan las dos fuerzas emergentes, Podemos y Ciudadanos, por sus vetos mutuos, cuando el propio PSOE sigue anclado en su «no es no» al PP, que Rajoy ya entendió en la sesión de su fracasada investidura.
Pero alguien debería explicarle a Sánchez que si el bipartidismo se ha quebrado tras las dos últimas elecciones generales no se puede exigir ahora el respaldo propio de una mayoría absoluta para una investidura. Si los resultados de las urnas han señalado, por dos veces –insisto–, que hay que negociar, no entiendo cómo hay quienes parecen decirnos que los votantes somos los tontos de las urnas. Impresentable. ¿No les parece?