Semana marcada por uno de los ejes que azotan a este país, la corrupción que rodea a destacados personajes que han ejercido la política. Mientras no se demuestre la culpabilidad, Rita Barberá, ex alcaldesa de Valencia e icono del Partido Popular durante décadas, es inocente, como lo son los dos anteriores ex presidentes de la Junta y del PSOE, Manuel Chaves y José Antonio Griñán. Los andaluces abandonaron su militancia hace meses y ahora lo ha hecho la levantina, pero eso no impide el daño a sus partidos al ser utilizados como arma arrojadiza en la batalla permanente del «y tú más».
Rajoy se ha puesto de perfil ante la postura de Barberá de no renunciar a su escaño en el Senado, mientras Susana Díaz sacó la cara por sus antecesores y habló de su honestidad. Unos días antes había saltado al ruedo para señalar que «con 85 escaños no se puede gobernar este país» y apostó por «hacer una oposición útil». La mandataria socialista andaluza no mencionó la palabra abstención pero sí afirmó que Rajoy debe dejar de seguir gobernando. Su postura está clara y supuso un apoyo crítico al extremeño Guillermo Fernández Vara, que fue seguido por otros barones y pesos pesados socialistas, pero después han cerrado filas y sellados sus labios a la espera de los resultados de las elecciones gallegas y vascas.
Se espera para entonces que el PSOE celebre un comité federal en el que saldrán del «no es no» de Pedro Sánchez y pongan en marcha otra estrategia. No descarto que sigan las tesis andaluzas y pidan la cabeza de Rajoy a cambio de la abstención y alguna reforma legal de calado. Veremos si Rajoy está fuerte y aguanta lo suficiente, mientras el fantasma de la corrupción le atenaza, en desventaja con los socialistas, por un endiablado calendario de actuaciones judiciales que se pueden desarrollar a lo largo de octubre. Todas ellas, naturalmente, marcadas por la presunta corrupción, hasta escuchar el dictamen de la Justicia, sin olvidar que si es lenta será por culpa de los gobiernos que no favorecen en nada su celeridad, ni ofrecen suficientes medios e intentan manejarla a su conveniencia.
Insisto en el derecho a la presunción de inocencia pero permítanme que como periodista rechace las campañas mediáticas o la fácil acusación de juicios paralelos, cuando lo único que hace la Prensa –salvo tendenciosas excepciones– es reflejar decisiones de los jueces, fiscales o actuaciones policiales. Es verdad que cada ciudadano sentenciará lo que crea conveniente, quizá prematuramente, pero la conducta en política siempre debe ser transparente, ejemplar y ética, porque la corrupción no es sólo enriquecerse personalmente. Cada ciudadano luego condenará o absolverá a quien que crea conveniente en el ejercicio de su libre pensamiento. De la misma manera que votará a uno o a otro, o se quedará en casa. ¿No les parece?