Lo dijo Mariano Rajoy, que lleva a sus espaldas 300 días en funciones de presidente, al ser cuestionado por periodistas este miércoles durante la celebración de la Fiesta Nacional: «Lo mejor es estar callado». Silencio. El gallego comentó que lo importante era tener ya gobierno e insistió en que él no pondría ningún tipo de exigencias. Se mantiene en las mismas tesis que tras las elecciones del 20 de diciembre, pero ahora espera que algunos cambien de opinión. Confía en abrir una nueva etapa aunque esté llena de incertidumbres. No le falta razón. Si el resultado de las urnas no ha sabido administrarse y tiene muchos culpables, imagínense un gobierno en minoría, con el principal partido de la oposición en plena recomposición.
La gestora del PSOE tiene ya que celebrar un nuevo comité federal en el que decidir si cambia de estrategia y se abstiene en la investidura. No parece que lo hagan de una manera técnica porque supondría algo vergonzante, ni tampoco dando libertad de voto a sus diputados ya que evidenciaría las disensiones que tienen al respecto y que Sánchez no pudo mantener como líder con el ‘no’ por bandera. La postura que ya circula entre destacados dirigentes socialistas es una «abstención de Estado», colectiva y disciplinada, por ser la mejor salida que necesita este país. Consideran que hay que asumirla con entereza y sin cobardía, propia de un partido centenario, y no como el ejército de Pancho Villa. Si antaño afrontaron y superaron circunstancias sumamente complicadas, como cuando abandonaron las tesis marxistas o al propiciar la entrada de España en la OTAN con aquel referéndum, igualmente en estos momentos es necesario cerrar filas y dar una imagen de una formación política seria, solvente, con experiencia demostrada de gobierno y vocación de ocuparlo nuevamente.
Ahora les falta un claro liderazgo como demostró Felipe González. El ejercido por el hasta hace poco secretario general les ha dejado al borde del abismo, pero deben empeñarse en construir otro nuevo y recuperar la sintonía con gran parte de la ciudadanía que han perdido. El camino no es otras elecciones en dos meses. No vale la excusa de que el PP, rodeado judicialmente por la corrupción, no puede gobernar. Los socialistas catalanes, que fueron imprescindibles en época de la Transición para las victorias del PSOE, ahora no lo son. Corren el riesgo tras sus primarias de ayer de diluirse del todo si no son capaces de agarrarse a una tabla de salvación que les diferencie de los independentistas o de los que propugnan el derecho a decidir. Es el momento de que cambien de opinión o ya no sean unos compañeros de viaje que restan y no aportan nada. ¿No les parece?