El presidente y los ministros en funciones han dejado de existir, cuando parecía que podían perpetuarse en la nueva política española. Rajoy hizo gala del concepto que tiene del tiempo y lo que significa esperar. No nos defraudó al tomarse cuatro días y sus correspondientes noches para decidir los nombres de quienes se sentaron desde el viernes pasado en su consejo de ministros. Había prisa por tener un Gobierno en España pero el reloj del gallego marca las horas con lentitud y su lema de esperar le hace cosechar buenos resultados. Tampoco sorprende mucho la configuración de su nuevo gabinete, al mantener a su núcleo duro.
Después de cuatro años y una legislatura fallida, Cristóbal Montoro, Luis de Guindos y Fátima Báñez, permanecen en sus puestos desde el principio, después de ser los encargados de afrontar la crisis. Sabemos cómo lo hicieron y no hay duda por dónde continuará la senda económica y fiscal. La vicepresidenta política, Soraya Sáenz de Santamaría, también sigue, por lo que no serán previsibles grandes cambios en la coordinación política, salvo en la portavocía, que recae en el simpático y amable Íñigo Méndez de Vigo, a la vez ministro de Cultura, Deporte y la delicada cartera de Educación. Por lo demás, el también conocido equilibrio ‘mariano’ incluye la esperada incorporación de María Dolores de Cospedal, que tendrá mando en plaza al frente de las Fuerzas Armadas, al que suma al sevillano Juan Ignacio Zoido al frente de Interior, un ministerio sensible por ostentar la jefatura de Policía y Guardia Civil. Destacaría, por último, al responsable de Fomento, Íñigo de la Serna. Su profesión de ingeniero de Caminos y su paso por la alcaldía de Santander le hacen conocedor de primera mano de lo que significa una falta de conexión con el AVE, como le pasa a Cantabria. En esta parte de Andalucía, especialmente Granada y Almería, podemos encontrar en él un excelente interlocutor para poner fin al grave déficit que padecemos.
Se abre, por fin, una legislatura con grandes incógnitas, con estreno de gobierno y noticias sobre venta de pisos. Lo malo es que algunos neófitos practican lo peor de las viejas políticas. Les explico, esta semana hemos conocido que el senador Ramón Espinar compró un piso de protección oficial y lo vendió a los pocos meses con un beneficio de casi veinte mil euros. El dirigente de Podemos señaló que no había cometido ninguna ilegalidad y calificaba su comportamiento de ético. O cambian las leyes y los criterios de actuaciones de quienes nos representan o deberíamos poder beneficiarnos todos de esas plusvalías en tan poco tiempo. La justificación, una vez más, está en las conspiraciones, pero el problema no es que se cuente e informe, sino en ocultarlo e intentar que no se sepa. ¿No les parece?