Ocurrió lo que nos temíamos, los terroristas yihadistas han actuado en España de la forma y manera con la que vienen haciéndolo últimamente, convertir vehículos aparentemente indefensos en armas asesinas. Es relativamente fácil para quienes quieren romper la paz y la democracia.
Barcelona ha sido el epicentro de lo que podía haber sido una gran operación todavía más devastadora, claramente organizada y promovida por radicales y extremistas islámicos en distintos puntos de Cataluña, como la acción frustrada en Cambrils, Tarragona, donde por desgracia otra persona inocente fue asesinada.
Salvo alguna salida de tono como la propia de los radicales de la CUP, los políticos han estado a la altura de las circunstancias que se requería, pero creo que sin demasiados afectos y lo justo para parecer políticamente correctos. Especialmente, los máximos dirigentes con responsabilidades de gobierno, Rajoy y Puigdemont.
El sangriento atentado llega en momentos de máxima tensión provocados por las ansias independentistas de cara a la convocatoria anunciada del 1 de octubre. Lo que podría haber sido una virtud nacida de la necesidad de unidad y entendimiento ante un ataque como el sufrido, no parece que pueda cambiar la hoja de ruta del independentismo, como señaló el presidente catalán.
El terrorismo no conoce fronteras y nos coloca a todos en la diana, eclipsa a quienes quieren hacer bandera de la superioridad de territorios, en un mundo cada día más global y que debe acercar las desigualdades, en el que también el turismo forma parte de la economía, cultura, y ocio. Es una realidad a la que difícilmente pueden ponerse barreras, salvo casos extremos. El terrorismo yihadista nos demuestra lo que es verdaderamente importante. Todavía es pronto para saber las consecuencias que este atentado tendrá para Cataluña y para España como país receptor de visitantes. Se ha hablado de que las cifras récord obtenidas este año eran «prestadas». Es posible que perdamos ese crédito si quienes tienen responsabilidades institucionales y de gobierno no están a la altura, se pierden en debates estériles y posiciones políticas sin sentido. La coordinación y unidad policial son imprescindibles, pero me temo que todavía hay mucho camino que correr y cabos que atar, como la inexistencia de bolardos u obstáculos en aquel lugar y la colaboración necesaria entre las fuerzas autonómicas y del Ministerio del Interior.
Con el Rey a la cabeza, queda claro y visible que «toda España es Barcelona y las Ramblas volverán a ser de todos». La imagen del día siguiente en la plaza de Cataluña era la mejor respuesta en defensa de la democracia y la libertad que algunos se empeñan en romper. Todos debemos sentirnos solidarios con las víctimas y sus familias. Entre los fallecidos se encuentra un emigrante andaluz, nacido en la localidad granadina de Lanteira, y del centenar de heridos, víctimas inocentes, hay también muchos turistas. Ahora, por tanto, la única fobia debe ser contra el terrorismo y ante él no podemos tener miedo. ¿No les parece?