Decía el consejero de Fomento de la Junta de Andalucía, Luis Felipe López, que este jueves era un día histórico para Granada por la puesta en marcha del metro. Ciertamente. El inicio de un medio de transporte cuyas obras empezaron hace más de una década y recorre dieciséis kilómetros, desde Albolote a Armilla, pasando por Maracena y la capital, marcará un antes y después en Granada y su área metropolitana.
Atrás quedan los graves perjuicios ocasionados por las obras en determinadas zonas para los vecinos y la ruina de muchos comerciantes que no pudieron aguantar y tuvieron que cerrar sus establecimientos. Ahora, los mismos u otros se aprovechan y benefician de su proximidad. Es lo que pasa con el tiempo. El ser humano tiende a olvidarse de lo malo y vive el presente.
Granada en estos días vive la euforia, la novedad de un sistema de transporte que se supone moderno, aunque ya gozaba de él hace más de media década con una amplia red de tranvías que tuvo que desaparecer, precisamente, víctima de la modernidad, por la irrupción del desarrollismo y un enriquecimiento económico que favoreció la llegada de los utilitarios a una gran parte de la ciudadanía. Hemos evolucionado. Los años han transcurrido pero vemos nuevamente por nuestras calles unos raíles que habían desaparecido.
Es lo que tiene la política, la visión de futuro, el impulso o el retroceso. El metro de Granada ha sido una de las grandes apuestas de la Junta de Andalucía. Hasta su reciente apertura se han producido demasiadas sombras: eternos debates sobre su trazado, una larguísima ejecución, graves molestias por las obras y un elevado sobrecoste.
Pero los vehículos ya están circulando y se ve la luz, hasta con mucha ansiedad. La novedad es el primer atractivo pero habrá que esperar a que la eficiencia sea real, cubra satisfactoriamente las necesidades en la movilidad de una capital y gran parte de su área metropolitana, con costes asumibles.
El metro y su máxima optimización como vertebrador de la conectividad de la capital y el área metropolitana es uno de los principales retos de su actual gobierno local. La vieja aspiración de liderar una conurbación para mejorar la vida de su más de medio millón de habitantes puede iniciarse si hay voluntades y estrategias acertadas. Será luego cuestión de tiempo y paciencia, pero de eso en Granada damos buenos ejemplos. Los 900 días sin conexión ferroviaria directa con Madrid que esta semana hemos cumplido o la interminable espera de la llegada del legado de Federico García Lorca son pruebas irrefutables de ello.
PD. Sobre Cataluña y las imposiciones que siguen desplegando los independentistas, decirles que están atacando a un Estado de Derecho –no de derechas– y éste se defiende como le corresponde, con la ley y la justicia.
Aunque los hechos se suceden a velocidad de vértigo, espero que de aquí a la próxima semana se imponga algo de sensatez para evitar consecuencias desagradables para todos. Pero me temo que vamos camino de ellas. ¿No les parece?