Cincuenta mujeres han sido asesinadas a lo largo del presente año víctimas del machismo en España. Lo hemos tenido presente este sábado con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Actos y manifestaciones se han celebrado en muchos lugares con el fin de concienciar y acabar con esta lacra tan sangrienta.
En un mes se cumplirán veinte años de la muerte de Ana Orantes, una granadina de 60 años que fue quemada viva por su marido. Roció su cuerpo con gasolina en el jardín de su casa en Huétor Vega y le prendió fuego. Unos días antes intervino en un programa de Canal Sur y contó la tragedia que sufría desde hacía décadas de convivencia con su marido. El caso de Ana Orantes fue primera página de IDEAL.
Hasta entonces no se había acuñado el término ‘violencia de género’. Se hablaba de malos tratos o crímenes pasionales, pero no existía conciencia ni dimensión exacta sobre este drama, ya que se consideraban simples sucesos y ni siquiera ocupaban espacios destacados en los medios de comunicación. Aquello supuso un antes y un después. Sirvió al menos para identificar una lacra social aunque por desgracia el problema persiste. Desde aquel diciembre de 1997 hasta ahora han sido dos mil las mujeres vilmente asesinadas.
Después vinieron acciones de tipo político nada desdeñables, como una ley que, algo insólito, logró el consenso y la unanimidad de todos los partidos políticos, la creación de juzgados específicos para tratar este tipo de delitos, así como de efectivos policiales especialmente preparados para ello. Hasta un Pacto de Estado se aprobó el año pasado y existen infinidad de observatorios, centros y distintos organismos dedicados a la ayuda y acogida de víctimas, pero no parecen suficientes. Sin embargo ello no puede permitir que permanezcamos pasivos o conformistas.
La irracionalidad y la violencia forman parte de las peores expresiones de la condición humana, pero hay que luchar también con otras armas que nos distinguen de los animales, la razón y la moral. Y eso se cultiva desde la infancia y la adolescencia, con tolerancia cero desde el mismo momento en el que se perciben comentarios o comportamientos que vayan por esa línea. La falta de valores en nuestra convivencia debe ser uno de los primeros objetivos a atajar. La mujer no es un objeto ni patrimonio de nadie. Las relaciones se construyen sobre la base del respeto mutuo y para eso es necesaria una mayor concienciación, que empieza por uno mismo y por los entornos más próximos, familiares, y educativos, especialmente. Y, desde luego, medios suficientes para labores preventivas y de detección ante lo que empieza como una falta de respeto y acaba en terrorismo. ¿No les parece?