Comenzaba la semana con unas sorprendentes y vergonzosas declaraciones del expresidente catalán Puigdemont al cargar contra la Unión Europea, a la que definió como «un club de países decadentes». Obviamente, ni España ni ningún otro Estado miembro son decadentes, sino más bien todo lo contrario. En estos momentos, las economías de todos ellos están en crecimiento económico, incluida Grecia, y existen 245 millones de trabajadores, cifra jamás alcanzada en la historia.
Son formas de contar la mentira o la realidad. Aunque las opiniones sean libres, los datos y los hechos son sagrados. Es una máxima del periodismo clásico, que no tiene nada de tradicional cuando este oficio se ejerce con responsabilidad y honestidad y trabaja con todos los medios modernos y avances a su alcance. Sin embargo, en los tiempos que corren de la denominada posverdad, como se llama ahora, o la manipulación de siempre, pueden causar daños muy graves.
La utilización de las nuevas tecnologías permite la brutal expansión en muy poco tiempo de mensajes engañosos o noticias falsas con fines espurios, ya sea para ganar elecciones, conseguir adeptos a una ideología en concreto, lograr fines meramente lucrativos y sin escrúpulos o, simplemente, desestabilizar.
Les voy a recordar que Trump, que aprobó este viernes la mayor bajada de impuestos conocida en Estados Unidos, en lo que puede ser una gran medida de carácter populista a falta de resultados positivos capaces de no perjudicar a los más desfavorecidos, perdió las elecciones por casi tres millones de votos populares. Eso no le resta legitimidad por el sistema allí vigente, pero fueron 80.000 votos en tres estados y en muy determinados condados los que le dieron más escaños en el colegio electoral para ser presidente. Trump supo lanzar en la campaña los mensajes donde más le convenía, independientemente de si eran verdad o mentira.
No les insistiré en cómo los independentistas han construido un relato falso, del que son capaces de renunciar con tal de salir de prisión, como pretenden los exconsejeros ante el Supremo, o su habilidad en manejar la radio y televisión pública catalanas y las redes sociales. En esa labor, los rusos tienen gran destreza, lo que ha provocado que por primera vez la Unión Europea haya dispuesto este viernes de un presupuesto para luchar contra ella. En España, también ese día el Consejo de Seguridad Nacional aprobó una estrategia para impedir cualquier amenaza basada en las nuevas tecnologías digitales. La desestabilización en momentos clave, como la próxima celebración de elecciones en Cataluña, es un riesgo que hay que evitar. ¿Se imaginan ese día el hackeo del sistema informático durante el escrutinio, aunque luego los resultados estén respaldados por las actas de cada colegio?
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