El esperpento de los dirigentes catalanes persiste aunque presenta aspectos sumamente positivos. El que pasen a ser ‘ex’ no deja de ser una evidencia más del fracaso personal y de sus postulados, como ha ocurrido con Artur Mas, culpable de ser el gran inspirador y constructor del ‘procés’, imputado por rebelión y con sus propiedades embargadas. El que fuera delfín de Jordi Pujol anunció este martes que renunciaba a seguir como presidente del PDECat, una formación condenada y rodeada de casos de corrupción. No es coincidencia que en estos próximos días se conozca la sentencia de uno ellos, el del Palau de la Música de Barcelona.
La anterior presidenta del parlamento autonómico, Carme Forcadell, imputada igualmente, mantiene la condición de ‘ex’ tras comunicar dos días después que no se postulará para ocupar de nuevo ese cargo. Otro ‘ex’, el cesado consejero de Interior Joaquim Forn declaró ante el juez que renunciará a su escaño si el futuro gobierno catalán mantiene la vía unilateral. Y los Jordis se han mostrado como dos corderitos en el Supremo con el fin de salir de la cárcel, aunque no han conseguido su objetivo.
Es patente la fortaleza de un Estado de Derecho en el que la Justicia trabaja por el cumplimiento de las leyes. En otro impecable auto, el juez Llarena no permite que los parlamentarios presos cautelares acudan a votar en la sesión de investidura ante el riesgo de altercados, pero no les impide el derecho a que voten y lo harán por delegación. Los fugados a Bélgica, rebeldes ante la Justicia, no pueden gozar de una situación ventajosa, por lo que el gobierno de Mariano Rajoy debe poner en marcha todos los mecanismos legales para que Puigdemont no sea investido presidente desde Bélgica, cuando ni siquiera tiene el respaldo unánime entre los separatistas.
Pablo Iglesias ha estado a punto de ser otro ‘ex’ después de tres semanas de ausencia, sin apariciones públicas. Alguien le justificaba: «Es Navidad». Claro, más la semana de la nieve. Los resultados en Cataluña ahondan la crisis interna de los morados, con Izquierda Unida a la caza de una mayor presencia. Ayer reapareció para reivindicarse, pero lo tiene difícil.
Quien se frota las manos es Pedro Sánchez, un ‘ex’ que goza de una segunda vida. El jueves en Granada exhibió músculo para demostrar su liderazgo en el partido en tierra susanista, a sabiendas de que ahora sus enemigos no son los de dentro. Su batalla está en ocupar con claridad y responsabilidad el centro izquierda, mientras Podemos se diluye. Enfrente tiene a Ciudadanos en alza y al PP a la baja, o peor, noqueado. Ambas formaciones buscan el centro derecha. Rajoy tiene pocos meses para reaccionar si no quiere que su partido entre en una zona peligrosa, azotado por las consecuencias de los casos de corrupción judicializados, la matraca catalana que se presume larga, los presupuestos por cerrar y la mejoría económica amortizada. Si el inquilino de la Moncloa no pone remedio, va camino de ser un ‘ex’. Le toca arremangarse si quiere que el PP siga siendo lo que ha sido hasta ahora. Desde luego, su dignidad y consistencia le impedirán hacer el ridículo. Para gran bochorno el del ‘ex’ Puigdemont y su presencia telemática o telepática en la sesión de investidura. Da igual. ¿No les parece?