El presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha confirmado este viernes que restablecerá un servicio militar obligatorio de un mes. Lo llevaba en su campaña electoral y quiere cumplir. Todavía no ha ofrecido los suficientes detalles. Desconozco si existe una demanda social o se trataba de una simple ocurrencia en tiempos de captura de votos, pero lo que demuestra es una clara decisión política, una acción para poner en marcha iniciativas. El mismo día el ministro de Exteriores británico lanzó la idea de construir un puente en el canal de la Mancha, cuando ha sido él mismo uno de los grandes impulsores del ‘brexit’. Es obvio que entre una y otra propuesta hay distancia, como entre un brindis al sol o a la sombra, pero no está de más que nuestros políticos miraran más a nuestro país vecino o a Alemania, a punto de reeditar la gran coalición.
En España hemos conocido los datos que una institución solvente como es el Real Instituto Elcano ha facilitado sobre su último barómetro. Concluye que la crisis catalana ha influido notablemente en la actitud de los ciudadanos ante el Estado de las Autonomías. Ha disminuido el apoyo al actual sistema de distribución de competencias mientras han aumentado los partidarios de posiciones centralistas. Sobre ello se puede hacer política si hay valentía suficiente, como me imagino que tendrá que ejercerla el Gobierno de Mariano Rajoy para impedir la investidura de Puigdemont, que no ocurra como el día 1 de octubre, que no se iba a votar ni habría urnas, y las hubo –o lo que fueran– aunque todavía no se sepan de dónde salieron.
La política se ha definido como el arte de lo posible. Quizá se desenvuelven mejor en ella los atrevidos que los cautelosos y se desarrolla como la misma condición humana, entre la honradez y la delincuencia, en una horquilla enorme. A muchos corruptos ya los vemos condenados, como los de la antigua Convergencia que se llevaban no el 3 sino el 4 por 100. Tuvieron la desfachatez de enterrar ese partido, envolverse en el independentismo con otras siglas y engañar con el «España nos roba», cuando eran ellos mismos los que malversaban. Los de la Gürtel también se sientan en el banquillo y aunque el ministro portavoz diga que «todo es viejo» no dejan de volver a escandalizarnos aquellos comportamiento y la permisividad de los dirigentes del PP en esa época.
Rajoy, persona previsible, se mueve con lentitud, sobrelleva lo mejor que puede esa losa de la corrupción e intenta recuperarse del batacazo sufrido en las elecciones catalanes. La aplicación del 155, dijo este lunes, es buena para España pero no lo ha sido para el PP. Miedo me da que se pongan por delante los intereses personales o de partido que los generales, los de todo un país, pero es verdad que las elecciones se ganan desde abajo y se hace muy cuesta arriba sin bases dispuestas a arremangarse y contagiar entusiasmo e ilusión. Es lo que le falta a los populares con un liderazgo monolítico, sobrepasado aparentemente por Ciudadanos. Esta semana los populares avanzaron alguna medida sobre las pensiones. No es una cuestión baladí poner fin a una incertidumbre que acucia a una gran parte de la población. Hacen falta propuestas sensatas y sobran los brindis al sol.
¿No les parece?