Perdonen que califique como tropezones lo que son desvaríos, meteduras de pata o errores de gran bulto. El primero de estos días ha sido el de Cristóbal Montoro. ¿Qué necesidad tenía de meterse en un charco de considerables dimensiones, al decir que no se ha pagado con dinero público la consulta independentista del 1 de octubre? El juez Pablo Llarena le ha requerido para que se explique, porque en su investigación la Guardia Civil dice lo contrario. Luego se matizó desde el equipo del ministro de Hacienda que sólo se refería al FLA, el Fondo de Liquidez Autonómico, y que cabía la posibilidad de que hubiera falsificación en algunas de las facturas abonadas directamente a los proveedores. Se ha abierto una crisis no menor, que los independentistas han sabido aprovechar en beneficio propio y alimentar su victimismo. En cualquier caso la Justicia deberá poner luz en el asunto, mientras la Sala del Supremo, en el auto que denegaba la libertad de Jordi Sánchez para asistir al pleno de su investidura, ratificaba este martes lo señalado por Llarena respecto al elemento de violencia que pudieron cometer los imputados, en una especie de varapalo al tribunal alemán que impidió el cumplimiento de la euroorden.
Otro tropezón importante ha sido el de Podemos, al desvelarse el plan de Carolina Bescansa para pactar con Íñigo Errejón y desbancar a Pablo Iglesias. Tremendo el papelón de la cúpula morada para intentar cerrar una crisis ante sus primarias a la Comunidad de Madrid, donde Cristina Cifuentes ha abierto de nuevo el tarro de las esencias en su lucha contra la corrupción y ha denunciado la gestión de Esperanza Aguirre en aquel proyecto estrella de la Ciudad de la Justicia.
El PSOE tampoco se ha quedado a la zaga con otro desaguisado, el tanteo a Manuela Carmena para encabezar su candidatura a la alcaldía madrileña. ¿Pero no tienen a alguien más? De toda esta quema hay que salvar a Ciudadanos. Sería un buen golpe si Manuel Valls, ex primer ministro de Francia, acepta ser el cabeza de lista para Barcelona. La indocumentada Ada Colau, como ha demostrado al tildar de fascista al almirante Cervera cuando quitaba su nombre de una calle, encontraría un rival que podría aglutinar más votos que ella. Incluso quizá se evitaría que la Ciudad Condal pasara a denominarse Ciudad Común o Ciudad Popular.
También airosa ha quedado la presidenta de la Junta, Susana Díaz, al conseguir que Rajoy desbloquee la reforma de la financiación autonómica, tras la entrevista de ambos en Moncloa. Una bandera que la socialista andaluza lleva enarbolando hace tiempo y que le permitiría ser una interlocutora directa en esta materia tan fundamental, por encima de Pedro Sánchez, además de mejoras en las inversiones previstas en los Presupuestos Generales del Estado para Andalucía. Relevante es que sobre este proyecto el PNV no haya presentado una enmienda a la totalidad, lo que es uno de los pocos balones de oxígeno para el gobierno del PP, un partido que ofrece síntomas de entrar en una enfermedad irreversible.
Y acabo con el lamentable comunicado de ETA y su perdón selectivo. Inaceptable. Sus prácticas terroristas tenían como objetivo tumbar a un Estado democrático, basado en los principios de la Constitución de 1978, con un relato falso que todavía hay quienes defienden. Ejemplar, en cambio, el perdón manifestado por los obispos vascos y navarros por las «complicidades, ambigüedades y omisiones». ¿No les parece?