El PSOE se acomoda en el poder con habilidad. En tan poco tiempo ha creado una sensación de normalidad y previsible continuidad si no provocan incendio alguno, a pesar de la exigua representación parlamentaria que posee. Lo señalado por Sánchez en la moción de censura de convocar elecciones lo antes posible forma parte de las promesas que no se cumplen. Su última jugada ha sido retrasar el objetivo de déficit previsto para aumentar el gasto social en más de 5.000 millones de euros destinados al paquete de medidas anunciadas, como la subida de sueldo para los funcionarios o la actualización de las pensiones al IPC. Veremos el recorrido y cómo evoluciona el crecimiento económico y se soporta lo que al final hay que pagar en forma de deuda, con la vulnerabilidad que supone para España conseguirla en los mercados internacionales.
El otro gran problema, el catalán, ha cambiado de interlocutores. Rajoy ya no está en Moncloa y Puigdemont continúa huido de la Justicia española. Las caras nuevas son Sánchez y Torra y ambos mantuvieron su primer encuentro el pasado lunes, bajo un clima de deshielo aunque persisten grandes diferencias. El independentista reitera e insiste en que cualquier salida pasa por la autodeterminación. Con esa ‘foto finish’ no entiendo qué recursos le quedan al nuevo Gobierno, por mucha comisión bilateral que se retome ahora, desde 2011 sin reunirse, o se levanten algunos recursos o impugnaciones que presentó el anterior Ejecutivo contra leyes catalanas relativas a la pobreza energética o el cambio climático. Sánchez ha reiterado que no dará ni el menor margen a posiciones secesionistas, sólo el respeto a la Constitución y las decisiones del poder judicial.
En ese ámbito, el juez Llarena comunicó este martes la suspensión automática de su condición de diputados a Puigdemont y a otros cinco diputados en activo procesados por delitos de rebelión. Pero la patata caliente ha llegado con la decisión de la Audiencia Territorial de Schleswig-Holstein de extraditar a Puigdemont sólo por malversación en la organización del referéndum del 1 de octubre pasado. El sistema de la euroorden no ha funcionado, en una clara quiebra del sistema establecido de confianza mutua. El revés todavía puede ser reconducido pero que los independentistas sigan con su campaña de mensajes en el exterior, y ahora con mayor intensidad con la reapertura de sus embajadas, no contribuye a que se conozca la realidad de que España no encarcela por cuestiones políticas sino por vulnerar las leyes. Responder con la suspensión del espacio Schengen no tiene sentido, pero sí reivindicar la orden europea de detención y entrega ante el Tribunal de la Unión, la Comisión Europea o responder de la misma manera la justicia española ante peticiones de devolución de delincuentes alemanes. Seguimos ante un previsible choque de trenes aunque tengamos una doble vía, la política y la judicial, en las que el Gobierno es muy vulnerable, en este caso y otros, ante el resto de fuerzas parlamentarias.
Y todo esto ocurre cuando el principal pero descabezado partido de la oposición intenta recomponerse. El próximo sábado sabremos a quién eligen los más de 3.100 compromisarios para que dirija el PP. Sáenz de Santamaría y Casado encaran la recta final de estas singulares primarias sin atisbos de que vaya a celebrarse un debate –siempre enriquecedor– que solicitó el segundo, por lo que si no se celebra será porque la ex vicepresidenta no quiere, por mucho que la Comisión Organizadora del Congreso lo considere innecesario y no favorezca a la imagen de unidad. Es el problema que tienen las primarias, la rivalidad interna y hasta la guerra ‘sucia’ que provoca, como el famoso vídeo anónimo pero sin falsedades difundido esta semana, en el que lo que de verdad pesa es el pasado. Cada uno debe sobrellevarlo de la mejor manera posible. ¿No les parece?