El año comienza a rodar y no defrauda el acontecer político, con el foco puesto en Andalucía. El acuerdo entre PP y Ciudadanos tenía inicialmente a Vox como ‘pagafantas’, el convidado de piedra que daba su voto para la necesaria investidura de Juanma Moreno, pero los de Abascal se sentían ninguneados, se han rebelado y han mostrado una de sus patitas, su intención de poner veto al incremento de ayudas contra la violencia de género. El debate ha abierto una fisura que no sabemos en qué acabará, sobre una ley aprobada por unanimidad de todos los partidos en el Congreso de los Diputados e incluso un Pacto de Estado para su desarrollo, con un consenso histórico casi sin precedentes.
La jugada de Vox, que no parece tener recato en mostrar su extremismo, ha hecho saltar las alarmas y ha provocado cierto pánico ante un posible fracaso en el objetivo de derribar a Susana Díaz. Han conseguido una reunión este martes para cerrar un acuerdo con el PP sobre la investidura, después de que Pablo Casado se mostrara flexible ante algunas de sus tesis. A Ciudadanos no le cabe otro remedio que poner cara de póker, dejar pasar unas cuantas bazas y esperar el resultado de ese encuentro y que no influya en lo ya acordado por Juanma Moreno y Juan Marín sobre planteamientos programáticos y de gobierno en la Junta, o levantarse de la mesa antes de mancharse las manos.
Vox entró en la partida como invitado sorpresa pero su trascendencia es pura aritmética. Sus escaños son imprescindibles para el cambio en Andalucía y los hará valer a partir de ahora, pero no es probable que llegue a forzar la máquina cuando sabe que posee una parte importante de votantes procedentes del PP, que en el caso de Andalucía no perdonarían su rechazo a la no investidura de Moreno para volver a una repetición de elecciones. La sangre no llegará al río, pero sí veremos cómo conviven ambos partidos, lo que les une o separa.
La nueva legislatura se presenta así sumamente novedosa. Los de Vox estrenan escaños. Los de Rivera entran por primera vez en un gobierno de una gran institución del Estado, como es la Junta de Andalucía, a lo que se unirá la bisoñez de un bipartito inédito, en el que los socios no dejarán de mirarse de reojo para apuntarse los éxitos, pero también los fracasos. La fragilidad será palpable. Tendrán poco más de cien días para pasar su primera reválida en la siguiente cita electoral y nadie quiere pagar la cuenta mientras otros sean los que invitan a una ronda. ¿No les parece?