El modelo andaluz se abre paso esta semana con la investidura de Juanma Moreno Bonilla. La sangre no llegó al río y las amenazas de Vox se diluyeron como un azucarillo después de que presentaran un documento con 19 propuestas, algunas de ellas extremas, inasumibles, y otras estrambóticas. El PP se ha fajado a fondo para salir airoso de este primer trance en su papel de bisagra, con un acuerdo para la investidura y otro para el gobierno, entre dos partidos que no disimulan sus diferencias, pugnan por ser el mejor partenaire de los populares y llevarse una buena porción del pastel. Veremos en qué queda lo de la Consejería de Familia. Los de Casado, es verdad, se han quedado en el centro y han dado buenas muestras de su mejor funambulismo, pero no lo tienen fácil. Carecen de red y al acecho está el partido que ganó las elecciones con una Susana Díaz dedicada en cuerpo y alma, con experiencia en el funcionamiento de todos los mecanismos de la administración andaluza y conocedora de los lugares más recónditos de San Telmo, en la tarea de recuperar el poder lo antes posible, siempre y cuando su partido se lo permita, que lo permitirá por mucho que a Ferraz le incomode, por lo menos hasta las municipales, que servirán para medir y comparar el peso del PSOE de Andalucía con el resto de España. Si tan legitimo es el gobierno lo es ella en la oposición.
Moreno desplegará todas sus artes para mantenerse en la presidencia con vocación de permanencia, pero donde se jugará más la partida será en el antiguo Hospital de las Cinco Llagas de Nuestro Redentor, el Parlamento de Andalucía. Y lo primero es dotar al nuevo e inédito bipartito de unos presupuestos con los que ejecutar todas sus políticas, las de peso, en las que son imprescindibles las dotaciones económicas. Las peripecias de Pedro Sánchez vienen al pelo para que el gobierno en ciernes andaluz tome nota de lo que significa no tener amarrada una suficiente mayoría y ponerse en manos de fuerzas que levantan sospechas. Luego, la promulgación de nuevas leyes para modificar las vigentes o la reforma del Estatuto de Autonomía, necesaria para la anunciada eliminación de aforamientos o la desaparición del Consejo Consultivo, se me antoja como mucho arroz para poco pollo. Será por tanto más fácil ir día a día, partido a partido, firmar en el BOJA, no cometer errores ni pisar grandes charcos y arrancar con algunos gestos de calado en los primeros días. Además, el nuevo escenario parece capaz de poner fin a una época política que ha tenido su centro de gravedad en Sevilla para trasladarlo a Málaga, que desde hace tiempo ha sabido ganarse un merecido desarrollo económico y no sólo gracias al turismo. Que el máximo mandatario andaluz y su presumible hombre fuerte, Elías Bendodo, procedan de Málaga y se sume Javier Imbroda, de Ciudadanos, a quien se le otorga ya la Consejería de Educación y Deportes, no es cuestión baladí aunque tampoco para abrir localismos trasnochados pero sí aprovechar para acabar con un excesivo centralismo, en el que precisamente Almería, Jaén y Granada han sido las provincias andaluzas más perjudicadas. Si la distancia ha sido el olvido, ojalá que ahora estemos más cerca de que nuestras sensibilidades sean escuchadas. ¿No les parece?