Parece que fue ayer. Sí, parece que fue ayer cuando me despedía de mis compañeros de Jaén (qué difícil fue cerrar la puerta de la delegación después de catorce años) y ponía rumbo a la redacción de Granada. Un año ya ‘guerreando’ por estos pagos de la Alhambra y haciendo lo que más me gusta, escribir. Doce meses apasionantes en lo personal y en lo profesional. Aprendiendo mucho de todos los fieras que tengo a mi lado. Compañeros que me acogieron y me respaldaron para sentirme como en casa.
Recuerdo los dos temas que me encargaron para ese día. Un artículo sobre los datos del paro en Granada, la última vez, por cierto, que me centré en un asunto cien por cien económico (a ello me dedicaba en Jaén). Y una entrevista con el director de fotografía Javier Salmones en un carmen del Albayzín con unas maravillosas vistas a la Alhambra (menudo ‘castigo’). No sé cuantas entrevistas habré hecho en Ideal, pero sentí los mismos nervios que en mis primeros escarceos como becario.
Después de aquello vinieron muchas historias apasionantes. Historias que, en mayor o menor medida, han cambiado mi percepción del mundo. Como la de Agustín, el pequeño de Maracena al que un canalla le robaba los juguetes de su tumba. O la de Lucía, la niña de Armilla que pudo balancearse sola por primera vez después de que el Ayuntamiento colocara un columpio adaptado a su discapacidad. O la de Ana, pasando frío en su casa por los cortes de luz. O como la de José, el bodeguero que ponía transistores para espantar a los animales que se comían sus cosechas. Podría seguir y seguir, pero no quiero cansaros con las batallitas del Abuelo Cebolleta.
Sólo puedo deciros gracias. Gracias de corazón por estar ahí.
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