Con el conocido periodista granadino, hoy en día popular por su presencia televisiva, muy vinculada a la prensa del corazón, hablé hace unas semanas de la Granada del ayer. Peñafiel no olvida la Semana Santa de su niñez por las calles del Albaicín.
Todavía, cuando Jaime Peñafiel cierra los ojos y piensa en la Semana Santa de Granada, a sus oídos llega el sonido de un ronco tambor escapándose por las callejuelas estrechas del barrio del Albaicín. Es el sonido del tambor que abre la comitiva de la cofradía del Silencio, una de las más conocidas de la ciudad y que, siempre, logra dejar un recuerdo imborrable en todo aquel que lo escucha. Una ronca y repetitiva melodía que lleva al conocido periodista granadino hasta los años de su niñez e infancia correteando por las calles de este barrio.
Peñafiel nació en el seno de una familia numerosa, siendo nieto de un magistrado e hijo de un ingeniero, realizando los estudios básicos en el colegio granadino de los Maristas y licenciándose en su Facultad de Derecho. Luego abandonaría la ciudad, se licenció en Periodismo en la Universidad de Navarra y comenzó una larga trayectoria periodística en la que saltó del reportaje de guerra a la llamada prensa del corazón, especializándose en acontecimientos de la vida social, con especial dedicación a personajes de las casas reales, la aristocracia y, especialmente, la Familia Real Española. Un trabajo apasionado al que se ha dedicado toda su vida, pero que le ha privado volver a su Granada natal todas las veces que a él le hubiera gustado. A pesar de ello nunca ha olvidado su tierra. “Hace poco se grababa un reportaje para televisión en el que se contaba mi vida y, lógicamente, grabamos mucho en Granada, con bellísimas imágenes en un carmen cercano a la calle San Juan de los Reyes, donde de pequeño tantos ratos pasé y tantos recuerdos tengo guardados”.
Los recuerdos de la Semana Santa de sus primeros años de vida tienen sabor albaicinero. “Yo nací en un carmen del Albaicín, muy cerca de donde regresaba cada año la cofradía del Silencio. Recuerdo como salíamos toda la familia del carmen donde vivíamos para ver subir por las cuestas a la hermandad con aquellas largas filas de penitentes. Aún recuerdo el sonido del tambor, que se oía por todo el Albaicin. Era la cofradía más señalada para mí, ya que además era la de la parroquia de San José, donde me bautizaron, la que estaba al lado de mi casa, la parroquia de mi familia y con ese Cristo de Mora que yo conocía desde pequeño y que siempre ha sido muy evocador”.
Pregonero
En estos últimos años la televisión ha convertido a Jaime Peñafiel en un periodista afamado y muy conocido por todos, pero en el año 1996 cuando, a pesar de su ya dilatada carrera periodística y los importantes cargos que había ocupado, su imagen y nombre no eran tan populares, a muchos sorprendió su nombramiento como Pregonero Oficial de la Semana Santa de Granda. Se trata de un hecho que al periodista llenó de satisfacción y alegría, y aún hoy, casi veinte años después, sigue acordándose de aquellos días. “El dar el Pregón de la Semana Santa fue muy emotivo para mi por dos circunstancias. Por un lado por el lugar donde se celebraba, el monasterio de San Jerónimo, ya que yo había hecho ahí el servicio militar, cumpliéndose la frase de que vuelve el español a donde solía. Aunque del servicio militar salí excedente de cupo, si que tuve que pasar ahí tres meses, la mayoría del tiempo en el calabozo, porque tuve un enfrentamiento con un oficial. Y, sobre todo, fue especial por algo triste, porque aquellos meses yo andaba mal de ánimo ya que había muerto recientemente mi hija, y era un trago muy duro aquellos meses, e incluso el propio día del Pregón, por todo lo que conllevaba para mis recuerdos”.
En su memoria, en lo referente a todo lo que rodeó al Pregón, recuerda incluso momentos emocionantes como “cuando me entregaron las tapas para su encuadernación, que me las dieron en la iglesia de San Miguel Bajo, iglesia también de mi barrio del Albaicín, muy cercana a la que fue mi casa. Todo en aquellos días fue evocador e inolvidable”.
Jaime Peñafiel afirma que “aunque no he sido nunca un capillita, hay que reconocer que la Semana Santa y el Corpus son las grandes fiestas para los granadinos”, por lo que se declara un enamorado de Granada y sus cofradías. “Granada tiene una Semana Santa muy personal, no tiene la sobriedad castellana, pero tampoco tiene la vertiente tan festiva de la malagueña o la sevillana. La de Granada es otra cosa, lo mismo que Granada es otra cosa”. A pesar de ello, hace ya muchos años que no ha vuelto a Granada por Semana Santa, “no he tenido esa oportunidad ya que estos días siempre me han cogido trabajando lejos de Granada, por lo que ya prefiero quedarme con el recuerdo imborrable de aquella Semana Santa que conocí, con aquellos años de mi infancia y adolescencia, una etapa de la vida que siempre marca”.
Lugares mágicos
Junto a sus recuerdos de la hermandad del Silencio hay otras cofradías que están siempre presentes en su memoria, como son las de Los Gitanos y la de Santa María de la Alhambra. “A Los Gitanos, al igual que le pasa al Silencio, tiene la suerte de pasar por la Carrera del Darro, uno de los sitios más mágicos que he conocido. Esa calle, de Plaza Nueva a la iglesia de San Pedro, es algo fantástico, no hay otra ciudad en el mundo que ofrezca ese recorrido tan fantástico que tienen las cofradías que por ahí pasan. Me encantaba ver ahí las procesiones. Yo ya conocía los puentes y rincones donde se podían ver mejor las cofradías, y siempre los buscaba”. Respecto a la hermandad de Santa María de la Alhambra, recuerda su paso por la puerta de la Justicia y todo el bosque nazarita, “es algo inigualable, eso en ninguna otra ciudad puede contemplarse. En la Semana Santa de Granada, a diferencia de la de otras ciudades, cada cofradía tiene su sitio, hay que buscar el lugar exacto, donde disfrutar y emocionarse; no hay que ir a las tribunas, hay que ir al rinconcito, al lugar preciso de cada procesión”.
También recuerda los Viernes Santos de su niñez en el Campo del Príncipe, con el Sermón de las Siete Palabras. “Para mi el Sermón de las Siete Palabras es algo que me ha marcado bastante, de hecho a lo largo de mi vida he escrito mucho sobre este rezo y creo que es porque me marcó el ver a todos los granadinos de rodillas a las tres de la tarde ante el Cristo de los Favores. De hecho, cuando he ido a Granada, y como ahí no tengo ya casa, me hospedo siempre en el Hotel Palace, por lo que me encanta ver el Campo del Príncipe, recordándolo siempre lleno de gente. Es como si el tiempo no hubiera pasado, eso es algo bueno, y malo a la vez, que tiene Granada. La ciudad parece que no ha evolucionado, eso por un lado me agrada, aunque por otro lado es algo negativo que veo en ella. Hay ciudades a las que se vuelve solo cuando se ha sido feliz en ellas, y yo tuve ahí en Granada una infancia y adolescencia feliz, por lo que siempre quiero volver al recuerdo que tengo de la ciudad. Como una vez se dijo, si así es la rosa, no la toques”.