Texto íntegro del Pregón del Casetero 2015, pronunciado por Fernando Argüelles el pasado 26 de mayo en el Carmen de los Mártires.
“En la gloria hay muchas glorias
y una se llama Granada.
Celestiales ruiseñores
de serafines gargantas,
cantan auroras y tardes
en celestiales Alhambras.
Las nieves de las más puras
celestes Sierras Nevadas
dan más blancura a las plumas
de las angélicas alas.
Acequias albaicineras
llevan temblando en sus aguas
luceros con nombres moros
y resonancias cristianas.
Y por las vegas celestes
Darros y Geniles llevan
verdes rumores de juncias
y frescuras de alamedas.
Y en el lienzo más azul
de la eterna primavera,
don Gabriel Morcillo pinta
el mejor cartel de feria:
en tal mes de eternidad,
y sin lluvias de aguafiestas,
habrá procesión del Corpus,
que en fiestas es la primera;
grandes corridas de toros,
aunque sin cortes de orejas,
que aquí tan solo se cortan
buenas lonchas con tocino
de jamones de la Sierra.
Iluminación de astros,
un gran castillo de estrellas
y un ferial de no va más
de celestiales casetas.
Y yo con mi fantasía
me paseo por la feria.
Lolas Medinas gitanas
junto a Góngoras poetas
poniéndose moraítos
aunque solamente a medias,
porque el vino de la Gloria,
por más que se beba y beba,
por ser glorioso no puede
llegar a la borrachera;
ya que, además de gloriosas,
las copas, por ser eternas,
al no llegar a ser últimas
siempre serán las primeras.
Gabriel, Miguel, Rafael,
arcángeles andaluces,
andaluz celeste los tres
van de caseta en caseta
luciendo en sus alas cortas
aires de plumas flamencas.
¡Y que garbo en las cinturas
de las que siendo manolas,
solían ir a la Alhambra
las tres y las cuatro solas!
Y en la noche granadina,
toda celestial caseta,
en un silencio con dejes
de angustias y de carreras,
se oye la voz, gloria pura,
de Frasquito Hierbabuena
cantando por granaínas:
¡Viva Graná, que es mi tierra!”
Así, con estos versos que acabo de leerles, durante muchos años comencé el ‘Programa de la Feria’ en la desaparecida Telenieve. Y así, con el poema que en este mismo escenario pronunciara hace ya treinta y siete años el recordado Manuel Benítez Carrasco, quiero comenzar mi Pregón. Dejadme que hoy vuelva a hacer lo mismo que tantas veces hice y, de este modo, le rinda mi pequeño y particular homenaje a todos los compañeros con los que, en dieciocho años ya, he compartido buenos momentos de trabajo en el Corpus. Va por todos los que hicieron, aportando su trabajo, que ‘Fernando Argüelles’ pudiera contar la feria. Va por mis cámaras, realizadores, reporteros, maquilladoras, técnicos de sonido, editores, productores… y ya, más recientemente, también a los fotógrafos, diseñadores gráficos, comerciales y todos los compañeros de IDEAL.
Va por todos los que, de una u otra manera, hicieron posible que hoy esté yo aquí dispuesto a pregonar lo más importante de nuestra feria: sus caseteros.
Va por vosotros, compañeros.
Excelentísimo Señor Alcalde del Ayuntamiento de Granada; ilustrísimas autoridades; estimado presidente de la Federación de Casetas de nuestro Corpus; miembros de su junta directiva; caseteros; queridas y queridos.
Como manda la tradición, esa que vosotros empezasteis a escribir allá por 1987, (cuando muchos de los que hoy levantan casetas aún no habían nacido y otros no llegábamos mas que a vestir pantalón corto y temer a los cabezudos), hoy toca pregonar lo que está ya asomándose al zaguán de nuestras vidas.
Y habéis querido que sea yo el que cuente lo que, no voy a engañaros, tantas ganas tenía ya de contar… Aunque esté acostumbrado a alzar la voz para pregonar, y todavía más acostumbrado a contar las cosas de nuestra feria, os aseguro que emociona el mirar desde este otro lado; emociona el hecho de llegar aquí, subir a la Alhambra y abrir los ojos al compás que entorna los suyos la tarde. Tiembla la voz al pensar que hoy debo competir con el canto de algún jilguero de los que por estos bosques habitan, con los versos que San Juan de la Cruz aquí cerca escribiera, con el agua que se deja caer buscando la ciudad o, simplemente, con el sonido que sale del pico de alguno de esos pavos reales que por estos jardines habitan y que me recuerdan a dos que yo tenía en mi casa. Cuando mis amigos cofrades venían y oían sus afónicos pitidos pensaban que los teníamos ahí para que por las noches yo escuchara la trompeta lastimera de las Chías. A ver si hay suerte y alguno toca a Viernes Santo durante el Pregón.
Me llena de responsabilidad pensar los nombres de muchos de los que antes que yo ocuparon este mismo lugar, desde aquel primer pregón del Compadre. Pregoneros que os invitaron a lo que yo vengo a hacer hoy. A deciros que hay que marcharse a la feria. Si, ¡a la Feria, caseteros; a la feria!
Me permitís un consejo,
Invitándoos, granadinos:
Cuando queráis disfrutarlo,
A la feria, id a la feria
Siempre con vuestros amigos.
Entrando en una caseta
Todos seréis bienvenidos
A cualquier hora del día.
La Feria os espera a todos.
A todos, grandes y chicos.
Con una portada que abre
Historia y tradición de siglos.
Isabel y Fernando dijeron:
Como locos divertiros.
Una orden casetera
Escogida con sigilo.
Lo mismo que yo pregono,
Impreso mi pergamino,
No perdamos más el tiempo,
A la feria, ¡granadinos!
Declaración
Con esa invitación que los propios Reyes Católicos hicieron, ordenando a los granadinos que se divirtieran tanto que pareciera que estaban locos, ya tendría hecho hoy mi Pregón y dada la orden de divertirse… que hay que ver lo que sabéis de eso vosotros y cómo lo lleváis a la práctica. Pero hoy, me vais a dejar que mi Pregón sea más que una exaltación de los días del gozo, el rebujito y las sevillanas que están por llegar, una declaración de amor.
Mirad, con este llevo dados cosa así como medio centenar de pregones. He pregonado a cofradías, a fiestas de los pueblos, al carnaval, a los costaleros, a patronas, etc. He pregonado aquí en Granada, en pueblos de media provincia, en otras provincias andaluzas… y siempre lo he hecho con unas decenas de folios en los que he intentado, con mejor o peor fortuna, intentar plasmar sentimientos, contar vivencias, recordar historias y buscar emociones, haciendo que algunas veces saliera una sonrisa de los que me escuchaban y, otras, poniendo un nudo en la garganta.
Nunca, en ningún Pregón, se me ocurrió llegar y ponerme a decorar el atril con farolillos, ni empezar con versos que no fueran míos, ni mucho menos lucir una corbata de lunares… Hoy lo hago, porque hoy, quiero que este no sea el pregón que muchos venís esperando. Este no quiero que sea, ni siquiera, el pregón, que hace siete u ocho años hubiera dado. Quiero que hoy me dejéis este tiempo que tengo entre las manos para declararme en amor a ella. Sí, esta es una declaración de amor en toda regla.
Creo que no voy a encontrar mejor sitio ni momento, mejor luz ni mejor sonido, mejor latir de este pecho ni auditorio más completo en la dicha mía. No voy a encontrar mejor instante para escribirte una carta de amor, a ti niña mía.
A ti, que hoy me atrevo a mirarte desde aquí arriba y clavar mis ojos en los tuyos para decirte que te quiero. Esto, para ti y para mi, no es ningún pregón, es una declaración de amor de la primera a la última letra. Porque tengo que decirte lo que tantas veces me callé. Tengo que contarte lo que tantas veces quise hacer en mis silencios. Y esta noche, niña, con la palabra quiero bajarme del escenario y cogerte del brazo para irme contigo a la feria; para pasearme contigo a la antigua, mordiéndonos los labios ahora que tu apagas las luces y las estrellas se encienden y parpadean, porque hasta ellas tienen miedo de mirarte. De mirarte en tu belleza, en tu delicada y cuidada belleza.
Mirarte en tu hermosura perfecta, en ese andar tuyo de manecillas de reloj. Contemplarte con la ternura y la pasión desenfrenada, acariciando tus cabellos despeinados que ni la noche siquiera tiene permiso a tocar. Déjame niña que hoy, yo pregone este amor nuestro, amasado en tantos días y en tantas tardes, en tantos momentos de pasión en los que me atreví a meterme en tus adentros solamente para ver si estaban allí los míos. Llevo tanto tiempo queriéndote sin secretos… tanto tiempo gritándote sin voz lo que mi corazón desde siempre ha sentido. Años y años en los que tu fuiste el mejor verso de mi poesía, la mejor rima de mis palabras, el sueño de cada noche.
Hoy quiero niña que tu, solo tu, seas la destinataria de mis palabras, las que firmo con el corazón en la mano y la gratitud a todos los caseteros que han querido hacerme pregonero y hoy son el mejor testigo para este amor tan nuestro.
Mírame a los ojos, clava tus pupilas en las mías, vamos a hablarnos sin palabras, apretando nuestras manos en esta historia de amor sin medida, porque la medida solo la sabes poner tu y tu eres infinita. Y así, como dos locos enamorados de la noche, vamos a salir corriendo por las calles gritándole al silencio de la ciudad lo que nos queremos. Vámonos juntos a la Feria. ¡Vámonos a la Feria niña, que tengo mucho que contarte!
Tu calendario y el mío se parecen tanto que a veces pienso que son el mismo. Los dos descontamos días en lugar de contarlos. Restamos semanas para saber cuanto nos queda para alcanzar lo que más queremos. Faltan tantos días para esto, y tantos otros para aquello… Ciento y pico, setenta, cincuenta, veinte, solo dos días… para alcanzar la gloria. Treinta semanas, dos meses, quince días para pisar la ciudad del tiempo que solo sabe vivir una semana.
Y nos fijamos más en las lunas que en los meses, más en el cielo que en la tierra. Mi almanaque quita días a golpe de suspiros de incienso y de tambor. Y el tuyo descuenta jornadas pensando en una calle y cuarenta pisadas que te rozan meciendo la gloria. Mi calendario, cuando las horas han consumido los sueños de las noches de Cuaresma, comienza a pensar en toldos y farolillos, y en una portada y un baile por sevillanas que hace temblar las maderas de un improvisado tablao. Y el tuyo, niña, el tuyo, ensaya con chacolines y carocas de Bibrrambla un baile de estrellas y Tarascas.
Por eso, niña, déjame que hoy yo te cuente lo que no necesitas que te cuente nadie, pero que te gusta escuchar cada año en unos labios distintos. Déjame que hoy tus oídos oigan mi pregón para gritarle a los cuatro vientos que la feria se nos viene encima. Déjame que te lleve allí donde la felicidad crece en forma de lonas de una caseta. Donde los sueños esperan el letargo de un año entero, donde las comidas están más ricas que en ningún otro sitio, donde se habla de amor y de la vida, y se ríe, se canta, se baila y alguna vez se llora. Allí donde los zaguanes con cúpula son las puertas de la gloria y hasta donde en los cuartos de baño algunos encuentran el gozo y la felicidad.
Nombres
Déjame que te cuente de la feria, que te lleve a ella al trote de un caballo, como mis hermanos gemelos hacen cada mediodía, o en el paseo elegante en una carriola, como el que cada año tengo el gusto de dar con mis amigos de Carambirubí el mediodía del jueves.
Podría hablarte de la feria de tantas y tantas maneras. Podría pasar horas hablándote, simplemente, con la historia de los nombres de cada caseta, esos que suenan tan bien en tu boca cuando los pronuncias… que no hay verso mejor en tus labios.
La Zambra, La Exploraora
Carambirubí, La Montera.
Casetas de nuestro Corpus,
¡Que grande hacéis la Feria!
La Cayetana, El Revuelo,
La Excusa, Por Peteneras,
La Chicuelina, El Alijbe,
El Farol, La Castañuela,
El Papa va con sus niños,
La Ruiseñora de fiesta.
Vosotras sabéis de alegría,
de la jarana y la juerga,
de Corpus al mediodía
y noches de luna llena.
Estaría de Dios, La Alboreá,
El Tronío, Aires de fiesta,
Llena que nos vamos al Carrete,
lo nuevo va De Canela.
El Rincón de Ataulfo,
La Resaca, Polvarea,
Pedrería, Los 17,
El Estribo, La Rehuerta,
El Cortijo, La Cachucha,
Rocío, Viva la Pepa.
Que el Corpus, para ser Corpus
requiere vuestra presencia,
requiere vuestra alegría,
requiere de vuestra entrega
de vuestras copas de vino,
vuestro zaguán, vuestra reja,
vuestros tablaos, vuestra barra
y vuestras sillas de anea.
Que el Corpus no será Corpus
si faltan vuestras casetas.
También podría hablarte, niña, con el recuerdo de los que un día estuvieron y, por esas cosas de la vida, dejaron su sitio, sus lonas y sus ‘módulos’, pero que siempre permanecerán en nuestra memoria casetera. Los amigos que ya nos dejaron, unos porque gozan de ese Corpus que en la gloria pregonara Benítez Carrasco, y otros, sencillamente, porque perdieron el ánimo y la ilusión, y algunos hasta los billetes. Si Almanjáyar hablara, en sus labios estarían palabras como la Volaera, Los 9, La Ruina o la Alegría. Las casetas que fueron, y donde fuimos felices. Las que un día montaron sus toldos y bajo ellos se armó la fiesta. Unas duraron más años, otras menos, pero en todas ellas siempre entró un casetero con ganas de vivir el Corpus.
Casetas que fueron, caseteros que siempre lo serán. Casetas que escribieron su nombre y páginas de feria irrepetibles. ¡Cuántos momentos vividos junto a vosotras, con aquellas fiestas que, muchas veces, resultaba hasta difícil creer que estuvieran sucediendo! Casetas que os fuisteis, ojala algún día pudiéramos escribir de vuestro regreso. Casetas de mi Granada, que todavía cuando uno pasea por las calles del ferial, se acuerda de vuestra ubicación y vuestro nombre. Casetas que ya no estáis, vuestro regreso antojamos; caseteros que os fuisteis, vuestro recuerdo siempre queda guardado en el corazón, en ese corazón que es la caseta del cuerpo, el alma y la memoria. Gracias por enseñarnos a amar la Feria.
La Alegría, El Carrete,
Las Bridas y La Espuela
casetas que ya os fuistéis
recuerdos que siempre quedan.
Los Amigos del Compadre,
Los 9, La Volaera
Los Corrales, El Alminar,
Punto y Aparte, La Reja,
Los Amigos de Machaco
Los que faltaban, Candela,
Los Caireles, Algazara,
La cuadras siempre flamenca.
El Jaleo, La Resaca,
La Bien Plantá, La Caseta,
El Carrete, Puerta Elvira,
La Lanzada y La Añeja,
Los apañaos, La Ruina,
El Revuelo, Plaza Nueva,
Los Justos y cabales,
La Bulla y La más colleja.
Los de siempre, El Salero
La Jarana, La Cazuela,
Aire a los motores, Buhío
Puntuales, La Pañoleta.
Casetas de Almanjáyar
que un día hicisteis feria:
Amigos de Siles, El Albero
La Albarda y La Peineta.
La Hartá, La Alcaiciería,
El Tendío, La Hierbabuena,
Jaima, Levantá, Rehala,
A compá, Marimorena,
La cuchara de los jueves,
Abolengo, Aurora Rociera,
El Rebujito, Puerta Elvira
La Masmola, (gente buena),
La bien plantá y La Derrama
y tantas otras casetas,
que ojalá pronto algún día,
digamos que están de vuelta.
Casetas que ya os fuistéis
recuerdos que siempre quedan.
Caseteros que estuvisteis,
vuestra memoria es eterna,
vuestra alegría y trabajo,
vuestra sabia casetera,
vuestra ilusión, vuestra historia,
vuestro empuje y vuestra fuerza.
Por eso hoy que pregono,
en mis palabras se encuentran
tantas noches de tablao
tantas tardes, tantas juergas
que en Almanjáyar pasásteis
y en Almanjáyar se quedan.
Vaya ahora mi homenaje,
a toda esa gente buena,
que un día soñó un Corpus
en esta bendita tierra
hecho de copas y amigos,
hecho de noche flamencas,
de mediodías eternos
y siempre envueltos en la fiesta.
Este es el homenaje,
caseteros y caseteras
a esa gente que un día
disfrutaron de la feria,
que aunque algunos ya se han ido
su recuerdo siempre queda
prendido en mil farolillos
colgados en mi caseta.
Sabores
Déjame niña que te cuente de la feria aquella. Podría hacerlo a través de los sabores, que mira que están ricas las comidas de la Feria. Del plato alpujarreño y las migas, hemos pasado en estos últimos años a platos más sofisticados y nutridos… pero igual de buenos, aunque para ser ciertos ya temo el día que me sirvan deconstrucción de salmorejo con maimones al vacío sobre espuma de albero y esencia de farolillos. ¡Qué buenas son las comidas caseteras! Ese choto de los mediodías en familia en El Cortijo o esos flamenquines que ponen en La Cayetana rodeado de buena gente, no se pagan con ningún oro del mundo.
A mi, lo sabéis, lo sabes tu niña, me gusta cuando voy a las casetas dar buena cuenta de su gastronomía. Que salgáis a saludarme con el plato de jamón y queso ya preparado… es algo que agradezco infinitamente. Hay veces, eso si que a lo mejor lo que hay en los fogones no termina de convencerme, pero hay que probarlo. Fue casi lo que me pasó en aquella caseta, ya desaparecida, donde una amable casetera, con toda su voluntad y todo el arrojo y empuje que conlleva tener dos copitas de más cuando uno se pone delante de una cámara, se empeñó en que debía comerme un plato hasta arriba que ella había preparado… de puchero. No tuve manera de escaparme, por más que le conté que aquello de los garbanzos no iba conmigo o que fuera de la caseta el termómetro marcaba treinta y tantos grados. Y eso que yo juraba y perjuraba que el cocido y un servidor no han sido nunca aliados, o que otros caseteros le decían a la señora, “deja tranquilo al chiquillo, no ves que no le gusta”. No hubo forma de que ella soltara la cuchara, bien cargadita y repleta, que se empeñaba una y otra vez en introducir en mi boca y que yo tragaba sin paladear siquiera mientras el cámara, para más inri, no dejaba de grabar.
Eso si, el caviar de monte de mis amigos del Estribo no hay Corpus que no lo pruebe, que hasta he aprendido ya el secreto de los polvos de la madre Celestina para darle sabor a tan suculento manjar. Con el paso de los años se perdieron muchos concursos gastronómicos. Aquel concurso de huevos fritos que con tanto arte y gracia se celebraba, el concurso de postres, los roscos de Aurora, la ropavieja en La Ruina, los revueltos de espárragos en Amigos de Siles o hasta la Olla de San Antón que en La Pañoleta cocinaban en pleno mes de junio. No permitáis, caseteros, que se pierdan más tradiciones gastronómicas de nuestro Corpus.
Por eso aplaudo iniciativas como la del concurso de tapas que cada lunes de feria se organiza, o el gazpacho de La Alboreá, o las gachas con miel de Aires de Fiesta, o las tortillas de patatas de La Polvarea o el choto de La Excusa… Y, ojalá, todos fuerais recuperando aquellas degustaciones que tanta fama os dieron. Que vuelvan la sardinas en espetos que el Piliki venía desde Almuñécar a preparar a la calle Caña, que vuelvan las gachas con pimiento como las que hacían en los Amigos del Compadre, o las alitas de pollo de La Candela, o la cata de vinos de La Resaca, o los concursos de migas de Los 9, el salmorejo en la Pedrería o el concurso de postres. Que vuelva la sangre encebollá de La Polvarea, o aquellas riquísimas papas arrugás del Salero.
Que no se pierda la buena cocina casetera, las setas de La Ruiseñora, los espárragos de La Zambra, ni los roscos de La Pedrería o el concurso de paellas de Los 17. Que no desaparezcan esas papas a lo pobre con su chorizo y su morcilla, esos taquitos de jamón, esas gambas con su sal gorda que el año pasado comía en La Zambra, o esos platos elaborados de Llena que nos vamos al Carrete. ¡Larga vida a la sopa de maimones, emblema de los fogones de nuestra feria! Y larga vida al chocolate caliente que en la caseta El Tronío cada año preparan entrada ya la noche, o a la leche de pantera que un regimiento de legionarios ofrecen en El Farol tras cantar aquello del ‘novio de la muerte’ la madrugada del jueves de feria, que un año vino conmigo un compañero del periódico, malagueño él, y no sabéis los lagrimones que le caían acordándose de su Cristo de Mena el Jueves Santo.
Tantas cosas, niña, podría contarte hoy de las cocinas caseteras. Como también, podría pronunciarte todo un pregón recorriéndome, una a una, esas calles que son tan tuyas como nuestras y donde cada año nace el país de las maravillas. La Zambra con su amplitud, la Reja con sus prisas, la Caña con sus sombras y caballos, el Martinete, la Seguidilla, los Verdiales… Calles para una feria donde, hoy os lo pido, intentad que no se pierdan las tradiciones caseteras, (que hasta en Viva la Pepa o El Farol se hizo habitual celebrar misas para inaugurar el Corpus). Recuperad, incluso, algunas de las costumbres vuestras que parecen haber caído en el olvido. Aquellos bautizos para socios, nuevas casetas y hasta de presentadores de televisión, que yo también tuve mi bautizo casetero con gorro, chupete y un improvisado carricoche hecho en un carrillo de obra en el que tumbado me pasearon por media feria mientras me cantaban nanas por sevillanas. Que no se pierdan aquellos homenajes que cada año ofrecíais: el Estribo de Oro, El Farol de Plata, la Pañoleta de la Amistad, La Castañuela, el premio en El Aljibe, El Salero de plata, la Volaera… actos que servían para hacer hermandad y amigos en las noches de la feria.
Que no se pierdan aquellos curiosos actos, como concursos de fotografía, de cante o baile por sevillanas, los encuentros de coros rocieros, el baile por pasodobles, las fiestas infantiles… Que no se pierda lo que os hizo grandes y tan buenos ratos nos regaló a todos. Se que los tiempos cambian, que las nuevas casetas vienen empujando con otro ánimo y otras actitudes, que algunos os estáis haciendo mayores, pero la Feria, el Corpus, es el Corpus y durante varias décadas vosotros los caseteros os encargasteis de darle un sello y una personalidad propia que no hay que dejar que desaparezca o quede reducido ya solo a las hemerotecas de IDEAL. Estoy convencido, además, que con la extraordinaria labor que desarrolla la directiva de la Federación de Caseteros, os será más fácil conseguirlo. Por cierto, presidente, enhorabuena por vuestra gestión estos años y vuestro incansable trabajo porque la feria renazca y se superen épocas en las que, tal vez, se dejó a muchos caer en el desánimo. Seguid así, trabajando, luchando, pero, sobre todo, queriendo nuestro Corpus.
Caseteros
Porque yo niña, hoy, lo que quiero que escuches más claro en mis labios es lo que realmente es lo más importante de la feria. Porque para mi, si de pregonar con el corazón se trata, si de enseñarte esa feria que conoces mejor que nadie se trata, me da igual cualquier nombre de caseta, me da igual cualquier calle y hasta cualquier sabor que de las cocinas salga; porque para mi, lo realmente importante de la feria, son su gente, sus caseteros.
Nunca sabes en que caseta te va sorprender la vida. Nunca sabes, niña, bajo que telas de colores la vida te tiene guardados buenos amigos. Nunca lo sabes. Puedes estar viniendo años y años y de repente un Corpus los conoces y sabes que ahí tienes no solo un sitio sino, sobre todo, algo más que un puñado de buena gente. Y tomas tus rebujitos con ellos, y tus tapas, y un día te invitan a comer sentado en el zaguán de las cosas de la feria, y a la semana siguiente estás en una terraza echando en diagonal risas imposibles. Al otro mes, ya estás con ellos comiendo pescaíto por la Costa, pero siempre acordándote de la Feria… Nunca sabes en que caseta te va a sorprender la vida… y esas personas a las que, tal vez, solo has visto unos cuantos años de Corpus en Corpus, llega un día en el te das cuenta que ya son parte de ti. Que han vestido tu día a día de color albero y burdeos y le han hecho una ‘Chicuelina’ a tu vida logrando quedarse a formar parte de de ella.
Nunca sabes en que caseta la vida te tiene guardada una sorpresa. Porque la vida, tu vida, está hecha de muchas casetas. Por eso niña, hoy, te invito a irnos a la Feria. ¡A la Feria, niña, a la Feria! A descubrir un mundo nuevo, donde no nos falte la gente de siempre. A mirar con ojos nuevos el sitio ya conocido, las calles tantas veces pisadas. A sentir en la cara ese aire que sabe bien como mover farolillos en los cables.
¡Vamos a la feria, caseteros, a la Feria! Este año os pido que, ya que no vamos a terminar de estrenar un nuevo recinto ferial (por favor queridos políticos, que sea el año próximo, ¡de verdad!), seáis vosotros los que estrenéis ánimo. Este año os pido que el estreno lo pongáis vosotros. Cuando subáis a Almanjáyar, hacedlo renovando la ilusión primera, recobrando las ganas aquellas de la primera vez, de la primera noche que cada uno de vosotros subió a su caseta ¿Os acordáis? ¿Recordáis la ilusión, el nerviosismo, la impaciencia con la que cruzasteis la portada? ¿Y la alegría aquella de vuestra primera cena de socios? ¿Y el orgullo del primer cuadro que colgasteis en las paredes o del primer farol que ayudasteis a subir a la cúpula? ¿Y la primera borrachera con su primera resaca al día siguiente? ¡Vamos a la feria, caseteros, a la feria…! Con esas ganas de la primera vez quiero veros. Así os espero este año, con el nerviosismo del estreno, sobre todo, en vuestros corazones.
Faltan, solamente cuatro días. Ni más, ni menos. El tiempo exacto para preparar la chaqueta y la corbata para la cena de socios. El fin de la espera. El momento del milagro de la luz de la portada… Faltan solamente cuatro días.
¡A la Feria!
Por eso, mi gente del Aljibe, de Aires de Fiesta, de El Farol ¡A la Feria!
El camión que reparte la cerveza, los tíos que montan las carpas, el de los aires acondicionados y el repartidor de la Coca Cola. ¡A la Feria!
El Tronío, los flamencos del Rincón de Ataulfo y la Polvarea, este año casados con la Pedrería. ¡A la feria!
Los camareros de las barras, los cocineros de los fogones y los buenos jamones de la Alpujarra listos para ser cortados. ¡A la feria!
Las niñas guapas del Estribo bailando sevillanas, los de Llena que nos vamos al Carrete, La Zambra, la Rehuerta y los que este año llegan con la ilusión del estreno y sabor De Canela. ¡A la Feria!
El que vende los globos del Bob Esponja y el Pokemon, el tren del miedo, la noria, los coches de choque, y la Tere con la tartana (haciendo los bocadillos como le da la gana) ¡A la Feria!
Los de la Cachucha y la Alboreá, Los 17 y su concurso de paellas, La Resaca, Estaría de Dios, Por Peteneras llena siempre de gente. ¡A la Feria!
Los vestidos de volantes y las flores para el pelo, las gafas de sol para disimular ojeras a partir del miércoles y las niñas de las cervezas Alhambra regalando abanicos. ¡A la Feria!
El alcalde y los concejales, el que sigue haciendo análisis de los resultados de las elecciones, la que cada año estrena traje salido de su imaginación, los chismorreos sobre el vestido de la Tarasca. ¡A la Feria!
El remolque de los gofres, los buenos socios del Cortijo en familia, los caseteros de Viva la Pepa y los recién llegados de la Hermandad del Rocío, (que hoy todavía vienen de camino). Todos, ¡a la Feria!
Los costaleros sacramentales que tienen que acostarse pronto para el madrugón del jueves; los boyscout de la Exploraora con su pañuelito al cuello y los de los puestos de los ‘shawarmas’. ¡A la feria!
El gorrilla que vigila los aparcamientos y el taxista que no deja de quejarse de lo mal que está el tráfico mientras hace la carrera; el autobús cargado de gente, y los amigos de La Montera y El Revuelo con muchas ganas de pasarlo bien… ¡ A la Feria!
Los de la caseta de información dando planos, el del puesto de las barretas, los pollos asados que llevan ya más ferias dando vueltas en la máquina que Corpus en sus piernas los que pisan las uvas; las gitanas vendiendo los paquetes de Ducados y el tío que se queda quieto como una estatua delante de la caseta municipal… ¡a la Feria!
La Excusa, La Castañuela, El Papa y su Niños que debutan en la Federación y La Ruiseñora con su veteranía. ¡A la feria!
Los de las casetas no federadas, la Diputación, el Ayuntamiento, las sillas de colores de la Caja Rural y el ‘Palito de Ron’ de la Casa de Motril; las casetas de los partidos políticos y hasta la Pecera sin peces ni farolillos…. ¡A la feria!
Y mi buena gente de Carambirubí y La Cayetana. Y como no mi Chicuelina… A seguir siendo amigos, (como vosotros sabéis), y luego ¡a la feria!
Gracias
Vamos, niña, a esa feria que estoy deseando contar una vez más… pero contarla junto a vosotros.
Dieciocho años llevo ya narrando las cosas de nuestros Corpus, primero en la tele, luego en el periódico, antes en la radio y ahora también en Internet… Dieciocho años esperando poder estar aquí, en lo alto de este escenario, para daros las gracias a todos vosotros, caseteros, por lo mucho que hacéis por nuestro Corpus.
Y gracias, también, por todo el cariño que me habéis dado en este tiempo. Me habéis abierto las puertas de vuestras casas, me habéis invitado a pasar, a sentarme con vosotros en la mejor mesa, me habéis llenado la copa y me habéis sacado los mejores platos. ¿Qué más se puede pedir?
Tengo la enorme fortuna de poder trabajar haciendo lo que más me gusta. Desde niño quise dedicarme al periodismo, y hacerlo además contando las cosas de mi Semana Santa, de mi Corpus, de mis fiestas, de mis gente. Con el paso del tiempo, he podido hacerlo, y hasta comer de esto. Llevo dieciocho años intentando ser periodista de las cosas de la feria. Tengo el privilegio de que cuando llega el Corpus, mis jefes me mandan casi a vivir en la feria y es entonces cuando vosotros me acogéis en vuestras casetas como uno más. Hoy, además, me habéis alzado como vuestro pregonero, concediéndome este ‘Premio Nobel de las casetas’ que tanto os agradezco.
Y si fuera poco todo eso, si fuera poco todo lo que el Corpus me ha dado, he tenido la gran fortuna de que incluso me ha regalado un grupo de buenos amigos, alguno de ellos hasta al que puedo llamar hermano (¿verdad Rulo?). Un grupo de gente buena que sabe pregonar el corazón grande que tenéis todos los caseteros. Tengo la enorme fortuna de presumir que soy amigo de los de La Chicuelina, el tesoro más grande que me ha regalado ese Corpus al que tanto quiero.
Tengo la suerte más grande que alguien enamorado de su tierra y sus tradiciones puede tener, la suerte de contar las cosas de la feria. De tu feria niña, de tu feria…
Granada
¡Vamos a la feria! Que nos están esperando con los brazos abiertos y la copita llena, como los caseteros saben. Vámonos hasta allí, para mirarte niña, para mirarte con esos ojos nuevos del estreno y gritarle a los cuatro vientos, tu nombre. El tuyo, el de las siete letras y el sonido del agua. El que huele a arrayan y a mirto cercano, a clavel en las cruces y a nardos en septiembre.
Tu nombre niña, tu nombre. Que se hace sonido en el agua que baja por estas cuestas o que en tus dos ríos se escapa buscando frescor de alamedas para un verano que ya se nos antoja cercano.
Tu nombre, el que no puedo, ni quiero, callarme más, porque el corazón desea saltar la cancela de la garganta. Tu nombre, el que quiero gritar bien alto esta noche, pregonándolo desde aquí arriba.
Tu nombre, niña, tu nombre
es la noche iluminada
por mil farolillos de feria,
y por las telas colgadas
que en el cielo la caseta
hacen la noche estrellada.
Tu nombre es sueño de día,
es aljibe, río y agua,
doce leones de fuente,
y un apellido de Alhambra.
Tu nombre es monte sagrado
compás de óles y zambra,
y al llegar la primavera
incienso, saeta y palmas,
chicotás, paso de palio,
llamador, Semana Santa.
Tu nombre es quejío en la noche
Sacromonte, Albaicín, palmas,
es la Cuesta del Chapiz
y alegría en Plaza Larga.
Es la Cuesta de Gomérez,
y la Fuente las Batallas,
la Chana, el Zaidín, Realejo
y la Plaza de Bibrrambla,
el Paseo del Salón
y mi cuesta de la Alhacaba.
Es melodía en las fuentes,
es jazmín, rosal, acacia,
es silencio de un convento,
bullicio por calle Navas.
Versos de García Lorca,
luna de noche gitana,
libertad de Marianita,
y cárcel en una guitarra.
Cabezudos y gigantes,
el dragón y la Tarasca,
chacolines, las carocas,
barretas, garrapiñadas,
el Corpus en procesión,
la Vela y su campana.
Por eso niña yo quiero,
gritar que tu eres mi amada,
que eres la novia bonita
que escapa de madrugada
para vestirse de blanco
y hacerse Sierra Nevada.
Ponte niña colorete,
ponte niña aún más guapa;
ponte niña tus collares
y tus salcillos de plata.
Ponte niña la peineta
y tu traje de gitana
que en la puerta la caseta
gritan tu nombre: Granada
He dicho.
Fernando Argüelles
26 de mayo de 2015