Toca privatizar todo lo que huela a público. Primero fueron los servicios municipales como el agua o la limpieza, luego el transporte urbano, ahora la sanidad y mañana, si esta locura no la para nadie, será la educación y hasta el ejército si es necesario. Son las premisas de la nueva religión del liberalismo que promete un idílico porvenir una vez salgamos de ésta. Hay que tener fe como lo demuestran los políticos que dirigen nuestras vidas con sus ejemplarizantes sacrificios. Por eso hay que confiar que ninguna empresa se frotaría las manos pensando que de un servicio de primera necesidad va a poder realizar el negocio de su vida. ¡Qué mal pensados somos a veces! Todo lo contrario. Los ciudadanos van a tener mejor atención y, por supuesto, van a pagar menos en impuestos y recibos porque sólo el capital privado sabe de sobra cómo ahorrar de verdad. De hecho cuenta con las mejores plantillas, muchas de ellas reclutadas por expertos ‘headhunters’ que rara vez guardan parentesco con la dirección o la clase política. Nada que envidiar al mejor funcionario de carrera que como todo el mundo sabe, entra por enchufe. (más…)
Las facturas de la privatización
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