¿Y acertaremos este año con las campanadas?

Texto de un monólogo del 2012, en Radio Voz, adaptado en colaboración con el humorista y caricaturista Siro López
 

GUISANDE & SIRO

 

Si les digo la verdad, yo en Nochevieja me siento un estorbo. Miro alrededor y me da la sensación de que todo el mundo lo pasa bien, menos yo. Y es que a mí me puede el estrés, que me empieza con la cena, que más que cena parece una prueba del Gran Prix: tienes que llevar calzoncillos rojos, algo de oro para meterlo en la copa, preparar las doce uvas… Y contarlas varias veces, porque, como son todas iguales, te equivocas: una, dos, tres, cuatro…

-¡Nene, trae el Rotring, que las voy a numerar, como en el Bingo!

Y tu mujer: -¿Queréis venir, que se enfrían las gambas?

Que esa es otra: tienes que devorar lo que está en la mesa antes de las doce, y con las prisas, más que pelar gambas, parece que estás desactivando una bomba.

Pero no eres el único agobiado, ¿eh? No hay más que mirar la tele y allí están Ana Obregón y Ramón García, explicando a toda España como funciona un reloj. Acojonados por si se equivocan. Y en eso, baja la bola:

Cla, cla, cla…

Y Ana Y Ramón: -¡Ya, ya…!

Y tú: -¡Glup! ¡Glup!

Y de pronto Ana y Ramón:

-¡Ah no, que son los cuartos!

Y tú con la boca llena: -¿Qué dicen esos? ¿Qué son qué?

El reloj: Din-don…

Ana y Ramón: -¡Ahora, ahora!

Ton… Ton… Ton…

-¡Una!

-¡Que no, que vamos por la tercera!

Ton… Ton…

-Pues me meto dos…

Ton… Ton

-Seis…

-¿Cómo que seis?

Ton… Ton…

Tú sin poder hablar: -¡A mí da no me daden mad!
Ton… Ton… Ton…

-A mí ya no me quedan…

Ton…

-¡Pues a mí me sobran cuatro!

Ton…

-¡Mamá el abuelo está morado…!

Y cuando acaban, toda la familia con las bocas llenas de babas, venga a darse besos:
-¡Ffjffelifsz año!¡Ffelizcidadef!…

Y suena el teléfono: ¡Riiiiiiiiiing!

-¡Pero coño! ¿Ya están llamando? Pues a mí todavía me sobran dos…

Y la tía Carmucha: -¡Champán, que alguien descoche el Champán!

Y todos: -¡Feliz año!

¡Hombre, por favor! No puede ser bueno un año que empieza con este estrés., que te dan ganas de salir huyendo; pero como es Nochevieja y tienes la obligación de divertirte, te vas a un fiestorro, a un local en el que si caben mil personas, el dueño ha decidido meter a cinco mil doscientas. ¡Y si no te gusta te quedas en la calle, con la pelona que está cayendo! Porque en Nochevieja siempre hace un frío que pela. Así que entras. Lo bueno que tiene ir a un sitio así, es que te puede pasar cualquier cosa.

A mí el año pasado me ocurrió de todo. Yo estaba tan tranquilo, tomándome mi cubatita de garrafón, cuando de repente un tío me cogió por detrás y me dijo: -¡¡¡COOOOOOOOONGAAAAA!!! Y, claro, ¿qué vas a hacer? Pues te pones a bailar. Eso te lo hace un tío en el autobús y le partes la cara, pero como es Nochevieja… ¡Pues hala! Y de repente te das la vuelta y llevas cien personas enganchadas a tu culo. ¡A ver cómo escapas de ésta! Porque una conga es como una secta: entrar es muy fácil, pero salir es muy jodido; porque en el garito hay como doce congas girando a toda pastilla.

Bueno, pues iba yo conduciendo mi conga, por mi derecha, cuando, de pronto, veo venir en dirección contraria una conga suicida acojonante, conducida por un gordo con casco de vikingo. Yo le iba a hacer ráfagas, pero como las congas no llevan ni luces ni nada… pues, para evitar la colisión, di un giro brusco a la derecha… ¡Y me tragué entera una columna de espejitos! ¡Siniestro total! Doce heridos leves y una columna de espejitos destrozada. Y yo, con una ceja abierta, hecho un guiñapo en el suelo, pensaba:

–¡Joder, como me hagan soplar ahora, la hemos cagao!

Y en ésas, me desmayé y al despertar estaba en urgencias, y como allí también era Nochevieja, el camillero llevaba un gorrito de moro, la enfermera un collar de hawaiana y el que me cosió la ceja unos dientes de Dracula, ¡que te daban una confianza…! El tío me dice:

-¿Qué ha sido? ¿Con una moto?

-No, con una conga

– Uuuuy, ¡es que van como locos con las congas!

Cuando salí quería irme a casa, pero como era Nochevieja, acabé a las ocho de la mañana con la ceja grapada en un bareto.

-Póngame un chocolate con churros a ese módico precio de 4 euros de nada.

-Pues sólo nos queda Nesquick y algunos dónuses… Es que los últimos churros se los han tomado los de una conga, ¡Traían un cachondeo… ¡Había un gordo que llevaba un casco de vikingo…! ¡No le digo más! Y es lo que yo le digo a los clientes: si no disfrutas en Nochevieja, ¿cuándo vas a disfrutar?

Tenía razón aquel buen hombre, así que hagan como yo. No se dejen dominar por el estrés y disfruten de la Nochevieja.

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