No es una vida fácil dedicarse a cualquier actividad artística en la que los sueños e ilusiones están por encima de otras muchas cosas y en la que el trabajo resulta tan apasionante, tan maravilloso y fascinante que a veces, ensimismado en lo que haces, te olvidas hasta de comer y pasas horas y horas disfrutando como si el tiempo no existiera.
No es fácil, realmente no es fácil decidir que tu vida vaya por los impredecibles e insospechados vericuetos de la imaginación, donde todo es posible sin saber cual es la meta e incluso ni el camino; y no es fácil porque en ocasiones sucede que parece que casi haces un favor cuando un escultor ofrece sus obras para que puedan ser vistas, el literato sus escritos o el pintor sus cuadros y tan solo pide un lugar, un pequeño lugar donde exponer.
A veces, a veces parece que somos como pedigüeños, pobretones, marginados, desheredados de este juego que tiene por nombre Vida y apellido Muerte; quizás porque no vendemos nada material, palpable, tangible, sino ilusiones; y quizás, también, porque todavía hay quien no ha descubierto que precisamente son las ilusiones, las ideas y los pensamientos los que finalmente más calan en el ser humano y pueden hacer que el mundo se transforme y tenga un sentido.
Nuestras vidas, la tuya, la mía, no las cambian el último modelo de coche, una nueva marca de móvil, una sofisticada televisión o una tablet… eso son ilusiones fugaces que nos venden, falsos sueños, destellos luminosos cuya luz impide que veas lo más importante: tu esencia como persona, adentrarte en ti, descubrir quien eres para comprenderte mejor y disfrutar, porque solo mirándose uno hacia a sí mismo y aceptándose como es puede alcanzar esa dimensión tan deseada que es ser feliz.
A los artistas, a los creativos, suelen decirnos que vivimos en otro estado, en otro mundo, en una irrealidad. Es posible, pero yo no me imagino una vida sin música; sin esos hombres y mujeres que con los más extraños sonidos son capaces de modularlos delicadamente para luego expresar con sus canciones los sentimientos más puros y nobles que te llegan al alma, que te hacen sentir, reír, llorar, vibrar…. seas hombre, mujer, joven, anciano o un simple adolescente.
Yo no me imagino una vida sin poetas… capaces de escoger entre las miles de palabras que revolotean por el aire las más precisas y hermosas para que jugando con ellas luego puedas imaginar que no siempre el cielo es azul, que puede ser verde, amarillo o rojo y que la lluvia, en ocasiones, son preciosas chispitas de colores que inundan de alegría las calles de las ciudades o los campos.
Yo no me imagino una vida sin escultores, que en donde nosotros solo vemos una piedra o una simple madera; ellos, misteriosamente, son capaces de descubrir los más bellos y extraordinarios objetos, extraerlos de la nada con cariño y mimo para después mostrárnoslos y que disfrutemos al tocarlos o verlos.
Yo no me imagino una vida sin escritores, capaces de unir palabras para que luego tú un día, un día cualquiera, al leer un libro, te transporte a mundos fantásticos donde todo lo que parecía imposible se hace realidad… el agua fuego y el fuego agua.
Yo no me imagino una vida sin cineastas, sin actores y actrices, capaces de dar vida a lo que una noche en cualquier parte del mundo imaginó un guionista, quizás sin saber para que escribía, y crear después una historia maravillosa que puede llegar a marcar tu vida para siempre.
Por eso, por eso son necesarios los artistas, los creativos, los soñadores, los imaginativos, los “sanos locos”, porque son ellos los que pueden conseguir que un día gris se torne soleado, que tu tristeza se transforme en alegría, que si te sientes vacío llenen tu existencia y que tus lágrimas no sean de llanto sino de risas.
Por eso; por eso hay que respetar y valorar a los creativos, a quienes solo tienen como pretensión en esta vida mejorar el mundo para hacerlo más alegre, más entretenido, más divertido y humano. Muy pocos, por decir ninguno, espera con sus obras algo material, ni tan siquiera un reconocimiento en esta existencia que son segundos, la nada, y que poco a poco se va acercando. La mayoría solamente anhela lo imprescindible para vivir dignamente, para seguir soñando, para seguir imaginando, para seguir ilusionando y para seguir haciendo lo que un día decidieron: dedicar su vida a crear, dar su vida para ti.