El sábado pasado el alcalde de Granada se encontró en Sevilla con la ministra de Fomento, Ana Pastor, y acordaron que esta semana hablarían sobre la estación. Yo me encontré con Torres Hurtado y me comentó que el lunes me contaría. Y yo les aseguré a mis sufridos -y contados- lectores que les mantendría informados.
Creo que sucedió así, aunque mi estado a lo largo del congreso del PP no era muy fiable.
Pero como no tengo ningún dato nuevo y no me gusta romper mis compromisos, me tendré que inventar la información, que cuando suelo hacerlo viene a ser también cuando más me acerco a la realidad.
Desde el Ayuntamiento le están preparando un traje a medida al Ministerio de Fomento para que mande a mejor vida un proyecto de integración del ferrocarril que cuesta 700 millones de euros.
Y es hasta razonable que se busque una alternativa real y realista, porque en estos momentos no hay disponible tanto dinero ni se le espera.
Menos coherente resulta que el mismo alcalde timorato que le guarda el bolsillo al Gobierno, reclame a la Junta que se gaste 30 millones en un túnel del Zaidín que ni siquiera reúne consenso.
El argumento del ahorro y la crisis debe ser tan válido en una punta de la ciudad como en la otra.
Y en esa estrategia cicatera para prepararle una estación a la ministra, el Ayuntamiento y un grupo de empresarios se buscaron y se encontraron, y se puso sobre la mesa la propuesta de la azucarera de San Isidro.
Tampoco sería descartable que el gobierno local planteara otra opción en la Vega, donde ya manejó la Huerta del Rasillo.
Antes de meternos en la próxima campaña, los partidos tendrían que decir si cuando ganen harán lo mismo que reclaman cuando pierden.
O si cuando pierdan exigirán todo aquello que no hacen cuando ganan.
Y así todo el mundo sabría que tiene que votar una cosa si quiere conseguir la contraria.
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