Me decía un concejal hace poco que los periodistas encajamos peor las críticas que los políticos; y lleva razón.
En mi caso en particular, lo que peor llevo son las críticas de los políticos cuando se meten a periodistas. Probablemente me vaya en el sueldo, pero es que a mí sueldo no se le pueden colgar ya más cosas.
Tras la cobertura de la pasada huelga general, analizados los contenidos y las sombras de nuestras mentes, algunos llegaron a conclusiones antagónicas sobre lo que somos y lo que escribimos.
Un portavoz de los empresarios nos vio como la pareja de baile de los sindicatos. Mientras que un concejal socialista nos comparó con el NODO. Y ambas cosas puedo demostrarlas, para asombro de los unos y de los otros.
El mejor termómetro de esta profesión es tener a todo el mundo cabreado. Y en ello estoy.
Pero tampoco es que los políticos estén envueltos en una pátina y les resbalen las críticas. Ahora se ha puesto de moda cruzarse querellas con la misma facilidad que se manda un mensaje por el whatsapp.
Conocidas son las de Paco Cuenca contra Juan García Montero o la de José Luis Hernández contra Luisa García Chamorro. Pero hay otras que se quedan en el camino y no llegan a conocerse.
Por ejemplo, el cruce de declaraciones que se vivió en la pasada campaña electoral en sendos mítines celebrados en un pueblo entre la capital y la Sierra.
Primero abrió fuego un político socialista con un viejo asunto que ya se dirimió en los juzgados y que quedó en una metedura de pata no delictiva. Le respondió el del PP, que desveló la afición de su rival por pasear bolsas del Dani, y no precisamente cargadas de limones -dijo-.
Podrían tratarse de naranjas, por ejemplo.
El comentario no gustó demasiado, hasta el punto de que sonaron teléfonos al más alto nivel provincial.
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