Finalmente, los aficionados granadinos al curling tendrán Universiada. Parece.
Aunque las administraciones sigan mirándose de reojo, con miedo a salirse pero sin ganas de quedarse dentro de un proyecto en el que a título personal no creen. Que lo digan o que trabajen.
El evento, si llegan los patrocinios privados, suma más que resta. Nadie se acordará con el tiempo de que Granada fue por unos días cumbre del deporte universitario de invierno. Pocos se sentarán en el sofá para ver una prueba de la Universiada. Pero hay que intentar salvar el evento si se consigue un presupuesto sensato.
Y la puesta en escena no ayuda. No tiene sentido que el miércoles todos los socios ofrecieran una comparecencia conjunta y faltara la Junta; ni que su representante, José Antonio Aparicio, estuviera en otra rueda de prensa en solitario una hora antes.
Sin implicación política no habrá Universiada o se irá a Candanchú de la Vega. Y si eso es lo que se persigue lo mejor sería decirlo ya.
Como dijo alguien dentro de la reunión a puerta cerrada, es el momento de quitarse la camiseta del partido y ponerse la de Granada.
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