En contra de mis principios vitales, me he pasado el Día de Andalucía currando, desde que a las ocho de la mañana la noticia me despertó en forma de trueno -aunque hay noticias más escandalosas de las que nunca me entero-.
Los periodistas preferimos levantarnos a la hora de la cerveza en lugar de a la hora del café; quizás porque nuestro trabajo consiste en quedarnos solo con lo importante y desechar lo que menos aporta.
Pero a veces sucede que tenemos que madrugar por culpa de una noticia. Peor seria tener que levantarse para ir a trabajar.
Y este 28F ha tocado.
Y aunque no he escuchado ningún discurso, he comprendido en 56 kilómetros en línea recta -la distancia que hay entre Motril y Granada- qué significa esta tierra. Porque en ese espacio he pasado en una misma mañana del verde de la esperanza del pueblo que desespera al blanco, que unas veces ilumina y en otras ocasiones sirve para tapar las manchas negras.
Tres imágenes, dos colores y un mismo día.
Arriba, la misma montaña que por una lado es roca y por la cara oculta es nieve. La chimenea de una fábrica ahogada porque se dejó los pulmones tragando el humo que nadie quería; los tejados de uralita; las hierba verde de la que comen las malas hierbas.
Abajo, la tierra y el ganado que están a la vista de todos pero que solo tienen un dueño.
El barbecho y el ladrillo. Por una parte, lo que fuimos. Por otra, lo que pudimos ser.
Y en el centro, siempre al fondo, la historia y nuestra leyenda.
Tres imágenes y una tierra. La de artistas, intelectuales, analfabetos y las dos cosas al mismo tiempo. Hombres honrados, bandoleros, emprendedores y buscavidas que chapucean en dinero negro para poder comer. Güenagente que echan una mano y quizás alguna que otra fundación que noós estafe. Prejubilados fantasmas y andaluces que después de una vida currelando no les llega ni para la pensión. Pillos que viven del cuento y políticos cuentacuentos.
Y a pesar de todo, nos quedan fuerzas y tenemos ganas de celebrar el 28 de febrero.
Fotos: Javier Martín y Alfredo Aguilar
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«M´emocionao…que lo sepas» 😉
Comprendo lo que dices, Quico, pero es que tu sentimiento se corresponde con lo que eres: sevillano y andaluz. Pero nosotros somos granadinos, y nuestra historia nada tiene que ver con tu tierra. Permíteme que no sienta nada por la blanca y verde, excepto que ha usurpado mi historia. Mira http://www.flickr.com/photos/93438306@N04/
En efecto, la blanca y verde ya fue expulsada de Granada en 1933, sin embargo, la astucia y poder de los sevillanos nos la acabaron imponiendo.