Alfredo Pérez Rubalcaba ha anunciado primarias abiertas para finales de noviembre, que casualmente es la fecha que prefería Susana Díaz.

Lo de primarias abiertas ha descolocado a los que ya sabían cómo manejarse para controlar la cerradas.

Es evidente que Rubalcaba se agarra a la única opción que le queda para sobrevivir en un tiempo que no es el suyo; una victoria en unas europeas que socialistas y populares podrían ganar si no estuvieran empeñados en perder. Sin embargo, si Rubalcaba pretendiera perpetuarse por la vía de hecho está claro que no ha escogido la mejor fórmula. Y eso hay que reconocérselo.

El PSOE vuelve a manejarse, por un extremo, desde Andalucía y, por el otro, desde las aguas revueltas de Cataluña; y cuando algo se mueve de lado a lado lo que sucede es que se columpia.

Salvo el paréntesis del zapaterismo y otros tecnócratas, el socialismo lleva cerca de cuarenta años bajo el influjo del felipismo, el guerrismo y otros ismos que son más de los mismo.

Y ahora ha llegado irremediablemente el momento de la generación de Susana, esa dirigente que lo mismo se reúne con un banco que se marcha a las barricadas.

Ese cambio se producirá pase lo que pase el 25 de mayo en las europeas, en una transición que no tardará más de un año.

¿Y qué sucede en Granada?

Al último comité provincial, celebrado a finales de diciembre, apenas acudieron un centenar de militantes. Hay quienes hablan de cambios en privado, pero en público solo los pide Pepe García Giralte. Por lo tanto, tensa calma.

En el PSOE han empezado a asimilar que para renovarse primero tiene que haber muertos.