A diferencia de la fe, las convicciones democráticas no pueden ser selectivas.
Uno puede creer en la Virgen del Rocío, como la ministra Fátima Báñez, y en cambio desconfiar de los milagros de otros próceres celestiales. Sin embargo, la Justicia -la terrenal- y las instituciones que nos administran o se respetan o se toman a chufla; no se pueden tener en consideración en función del color político de los implicados.
Sucede últimamente, que los mismos partidos y sindicatos que celebran la independencia de jueces y auditores cuando desnudan al contrario, se vuelven desconfiados cuando les afecta en carne propia.
La Cámara de Cuentas de Andalucía ha pasado en cuestión de una semana de estar considerada el brazo armado de Susana Díaz a la justiciera con arrojo que ha destapado el segundo fondo de reptiles.
Quizás tenga algo que ver en las críticas que a su presidente, el granadino Antonio López, le toque renovar el cargo en marzo.
Primero, el PP le acusó de maquillar un informe sobre los fondos de los ERE. La interpretación viene de la documentación entregada por la Intervención General del Estado a la jueza Alaya el 16 de diciembre. Tras leer el folio y medio de conclusiones de los 64 que componen este estudio, no tengo claro de dónde se puede sacar ni esta lectura ni la contraria.
Días después, la Cámara de Cuentas hizo pública una auditoría sobre las posibles irregularidades en la gestión de 746 millones para cursos de formación; una sombra de duda que abarcaba a la patronal, a los sindidatos y a la propia Junta.
En uno de los puntos, la Cámara de Cuentas desvela que CC OO usó parte del dinero destinado a los cursos para construir una sede. No dice que lo hiciera de forma consciente ni que maquinara para burlar una norma. Los auditores tan solo constatan lo que a su juicio ha sucedido según los documentos que han conseguido o les han facilitado.
El sindicato ha mandado una carta interna a sus afiliados en la que critica la investigación de la Cámara de Cuentas y a quienes se hicieron eco de ella.
Todavía no ha llegado al punto de montarles una manifestación en la puerta, como hiciera con la jueza Alaya.
Lástima que a algunos el valor y la vergüenza se les vaya por la boca en el momento más inoportuno.
Como me suele suceder a mí, por ejemplo. Que tampoco es cuestión de que nadie se moleste.
Lo dije hace unas semanas y lo sigo repitiendo: los políticos no valen lo que cobran (ni lo que ganan… venga de dónde venga el sobre) como sueldo por dirigirnos, cuidarnos y protegernos: puesto que no hacen ninguna de las tres cosas (la cuarta, la de sacar pasta, esa sí que la hacen).
Yo ya no creo en santos, ni en héroes, ya puestos. Creo que existe gente honrada (si no lo creyera me pegaría un tiro ahora mismo) que se levanta cansada y a pesar de eso se va a trabajar para mantener a su familia. Que no roba, ni mata, ni estafa. Y cuya máxima aspiración en esta vida es ser feliz, encontrar el amor y tener salud (y algo ahorrado por si se rompe la lavadora de improviso).
Y esa gente no sale en la tele diciendo que los jueces mientes o que dicen la verdad según les vaya en sus intereses.
No creo en santos ni en héroes, pero tal vez la figura mas conocida que se le parezca fuese Teresa de Calcuta, y ella no salía en televisión removiendo la mierda expuesta en los juzgados.