Si las primarias socialistas estuvieran abiertas a los periodistas, seguramente, las ganaría José Antonio Pérez Tapias. Al fin y al cabo, los periodistas tenemos predilección por los perdedores pero acabamos haciéndole la pelota a los que ganan.
Quienes vivimos de la actualidad queremos que la actualidad se parezca lo menos posible a la vida misma. Y que el decano de Filosofía de la Universidad de Granada venciera en las elecciones a secretario general del PSOE sería como si los hombres salieran a la calle a morder a los perros.
José Antonio no será el aspirante más votado el próximo domingo y lo sabe, que diría Julio Iglesias. Sin embargo, muchos coinciden en que fue el más solvente en el debate a tres bandas del pasado lunes.
Esto demuestra que para ganar no basta con convencer.
Probablemente, Pérez Tapias sea, a estas alturas de su vida, el candidato que menos apego le tenga a la vida pública; de los tres, el que cuente con un discurso más armado y el que esté más escorado a la izquierda.
Pero ocurre que el PSOE necesita ganar elecciones y para ello requiere de un secretario general que viva de la política y conozca sus virtudes y sus miserias; que improvise según vengan las circunstancias; que seduzca a esa metrosexualidad ideológica que llaman centro; y que -al contrario de lo que sucede a Pérez Tapias- le tenga más respeto a Merkel que a Habermas.
José Antonio es el aspirante que lleva más tiempo expuesto y el único que no ha variado sus argumentos. Es decir, ha hecho justo lo que no hay que hacer para multiplicar seguidores.
En cambio, Edu Madina y Pedro Sánchez andan en el equilibrio constante y ni siquiera han decidido aún si deben vestir con chaqueta o si queda más progre remangarse la camisa.
Son muchos los que se han apuntado a alguna de estas dos corrientes a priori ganadoras; sobre todo, por el aluvión de primarias y congresos que se sucederán a partir del próximo otoño.
Pero aunque no se hayan percatado, José Antonio Pérez Tapias será el único que gane, pese a que se abonara conscientemente a la derrota antes incluso de empezar. Su triunfo ha sido haber reavivado una corriente interna que Rodríguez Zapatero anuló por asimilación.
Al fin y al cabo, José Antonio, que es bético como el que esto escribe, ya sabe en que consiste el ‘manque pierda’
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