De pequeño, los niños quieren ser futbolistas y, de mayor, director de un observatorio o de una comisión de expertos; que se corre menos.
Un observatorio viene a ser un changüí que montan los políticos para percatarse de lo que se aprecia a simple vista. Pueden llegar a elaborar sesudos informes, incluso una hoja de excel, para concluir que nunca llueve hacia arriba o que a La Tarasca, en una de cada dos ocasiones, no se le ven las bragas.
En Granada, a lo largo de la historia reciente, se han reunido a los mejores cerebros para analizar si era una capital ruidosa, para decidir si el metro se metía por debajo o por arriba, para resolver qué hacer con el Rey Chico, para buscar una fórmula mecánica que conecte la ciudad con la Alhambra o para dibujar un mapa de carriles bici que terminó en la basura.
Otra cosa no, pero en esta ciudad nunca falta un batallón de expertos para cualquier polémica que se tercie.
Ahora le toca al Observatorio de la Movilidad, donde tras procelosos debates podrán concluir que para cruzar la rotonda de la antigua Carretera de Málaga es más útil encomendarse a la Virgen de las Angustias que mirar las señales de tráfico; que el LAC no cabe por San Juan de los Reyes; y que, pese a las restricciones circulatorias, el granadino tiene una tendencia innata a intentar acceder con el coche hasta Gran Vía y aparcar en la puerta de Los Italianos con los cuatro intermitentes para comprarse una cassata.
No obstante, tengo grandes expectativas en este nuevo Observatorio de la Movilidad que ha montado el gobierno municipal con Ciudadanos. Ya se empiezan a apreciar los primeros cambios.
Pie de foto: Coche compartido en la plaza del Carmen.
Foto: Alfredo Aguilar
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