Francisco Ledesma anunció que llegaba a TG7 para traer tranquilidad y acabar con el estrés laboral en la televisión municipal. A las dos semanas escasas de hacer estas declaraciones, cinco trabajadores han sido puestos de patitas en la calle para fomentar el buen rollo.
Probablemente, el modelo de televisión pública que existía hasta el momento fuese insostenible. Sobre todo, porque no hay elecciones municipales hasta 2019.
Incluso puede que la alternativa que ha buscado Ledesma sea la única manera factible de evitar una sangría mayor. Lo que llama la atención es que el concejal de Economía y el alcalde se sorprendan tanto del abismo cuando fueron ellos quienes decidieron vivir al borde del precipicio. O eso, o José Torres Hurtado no tenía ni pajolera idea de lo que se maquinaba en una empresa pública del Ayuntamiento que preside. Que no sé si es peor.
Que Ledesma se desentienda del agujero de TG7 es como si sus compañeros atribuyeran al concejal de Economía en solitario la responsabilidad de la subida del IBI. O como si para no incrementar los impuestos despidieran a una decena de funcionarios para no tener que devolverles la paga extra.
Llamaría la atención que el gobierno municipal criticara la gestión que ha hecho el propio gobierno municipal de la televisión granadina si no fuera porque, últimamente, el Ayuntamiento granadino parece el laboratorio de ideas de las FAES.
Primero, el concejal Ledesma tirándole a su colega Juan Antonio Fuentes; después, Isabel Nieto cuestionando a la ministra Ana Pastor; y, por último, el propio alcalde argumentando que la culpa del ruinazo que tenemos encima es de Mariano Rajoy.
Cualquiera diría que Torres Hurtado quisiera evitar que el PP obtenga en Granada mejores resultados el 20 de diciembre de los que él mismo cosechó el 25 de mayo.
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