El PSOE ya tiene un aspirante a liderar el partido y se ha presentado como el candidato de consenso. Técnicamente resulta complicado que alguien represente la tercera vía cuando no existen las dos primeras pero los barones y otras especies dan por hecho que Susana Díaz concurrirá a la secretaría general.
Sin embargo, las miles de personas que el domingo se echaron a la calle en Granada y otras capitales no lo hicieron para reclamar que la presidenta de la Junta dispute las primarias socialistas. Y hago esta precisión porque mientras tenga abierta esta crisis en Andalucía estará limitada su proyección nacional.
Da la sensación de que Susana Díaz no se hubiera percatado, espere que la herida cicatrice por aburrimiento o pretenda combatirla con las mismas artes con la que resuelve un congreso interno o un pleno en el Parlamento.
Dice el PSOE que las mareas blancas están politizadas. Aunque tampoco es que la fusión hospitalaria la diseñaran precisamente entre un fontanero y un futbolista; fue una decisión política.
Quedarse en este nivel de interpretación es un error. Como también lo es pensar que la movilización es únicamente una campaña personalista. Spiriman no les ha dejado ver el bosque.
Derspués de tres manifestaciones multitudinarias hay motivos de sobra para percibir que algo falla. No se me ocurre un conflicto político y ciudadano mayor en Andalucía que el de los dos hospitales de Granada. Sin embargo, Susana Díaz visitó por última vez esta provincia el 26 de octubre y no pisa la capital -que se sepa- desde el 25 de julio.
Lo preocupante no es que el gobierno andaluz no supiera anticipar la dimensión del problema sino que su reacción haya sido torpe y desesperadamente lenta. Es inexplicable que la negociación abierta, aunque sea con una parte de los sindicatos, se dejara en punto muerto antes de la convocatoria del 15 de enero. Y que tampoco se hayan inmutado ante el anuncio de nuevas protestas el martes y el jueves. Esta última para pedir el sacrificio de un alcalde, Paco Cuenca, al que ya sólo le queda convocar él mismo la cuarta manifestación.
Esto se podía haber resuelto de muchas formas pero, llegado a este punto, sólo cabe la opción de que la propia Susana se implique sobre el terreno en la solución de un problema donde se mezcla lo pasional con lo racional; lo personal con lo colectivo.
O tendremos que esperar que venga Patxi López; que para eso es el hombre del consenso.
Creo que la protesta sanitaria no tiene el fin justo que se dice. Creo que haga lo que haga la Junta, Candel y sus acólitos no pararán hasta que se cobren piezas políticas, que es lo que le interesa al PP ( representado clandestinamente en la Plataforma por un Diputado Autónomico) y a Podemos, y hasta que el deterioro de la imagen política de Susana sea irreversible. Estos son los verdaderos y más que evidentes fines de la protesta.