El entorno de la Alhambra, el balanceo de sensanciones, provoca tal ensimismamiento que algunos consiguen ver algo distinto a lo que apreciamos el resto. Le sucedió a Juan García Montero, cuando sostuvo que aquella performance en el Palacio de Carlos V no era una ‘boda’, aunque el caballero fuera hecho un pincel, la señora vestida de blanco y alguno se reprimiera de lanzar arroz porque está prohibido. Pensamos que era un bodorrio, pero Juan nos aclaró que se trataba del “homenaje a una boda”.
La ciudad palatina ha provocado en Reynaldo Fernández el mismo efecto alucinógeno, que le lleva a interpretar la realidad de manera diferente a lo que la realidad parece.
Hace unas semanas publicamos la fila de turistas apostados en las taquillas para conseguir una entrada. Sin embargo, el director del Patronato nos precisó -pobres periodistas miopes- que no se trataba de una cola, sino de una incidencia puntual producto de la convivencia de dos sistemas de venta de entradas. Ah.
Que la demanda de tiques sea superior a los disponibles no es ni bueno ni malo, tan sólo un indicador del éxito del monumento. Cosa diferente es que exista un mercado paralelo de entradas y que se vendan a 50 euros en la misma puerta a los turistas desesperados. Se puede ver en este vídeo.
No es una reventa. De hecho, es un mercadeo institucionalizado y consentido por el Patronato, que conoce de sobra de su existencia. Y ahora, ¿qué hará la Junta? Lo que se ve en el vídeo es un trapicheo de entradas al mejor postor. Poco serio en el monumento más visitado de España. Preocupante si se recuerda que desde diciembre de 2016 se espera la sentencia del caso en el que medio centenar de personas estuvieron investigadas, precisamente, por montar supuestamente un mercado paralelo de entradas.
El alcalde de Granada, Paco Cuenca, ha pedido una investigación. Reynaldo Fernández se ha enrocado inexplicablemente en el ‘cariño, no es lo que parece’.
Esto parece un Puigdemont.
Él enlace está equivocado, te lleva a otra información.