Anda el país -y por tanto esta ciudad, que todavía no es andaluzaoriental independiente– absorto por debates trascendentes del tipo si la franja de la nueva camiseta de la selección es azul petróleo o morado entre republicano y nazareno. Por eso no se preocupa por las zarandajas intrascendentes con las que nos enredamos los periodistas.
Hace un mes que publicamos el informe de un funcionario que alertaba de que, supuestamente, alguien “superior” en el gobierno de José Torres Hurtado ordenó que se paralizara la notificación de multas en vísperas de la campaña de 2015; lo que pudo provocar que prescribieran 10.000 sanciones.
Puede ser verdad, podría ser mentira pero, sobre todo, debería de ser investigable. Alguien en el Ayuntamiento -en la fiscalía ya he descartado que se pinche y salga sangre- tendría que llamar al técnico que redactó el informe y al que dice que le dijo para que aclaren -en un sentido u otro- lo sucedido.
Asistimos a esa esfervescencia del postureo donde se destapa algo, todos se alarman, hasta los sospechosos reivindican que intervenga la Justicia, se intercambian un puñado de reproches y silencian las noticias para que nadie pierda. El portavoz de IU, Paco Puentedura, solicitó por escrito una comisión de investigación y el alcalde, Paco Cuenca, anunció un expediente reservado.
Y entre puigdemones y otras monsergas pensaron que nos olvidaríamos. Mientras nos anunciaban un cluster, un simposio, una comisión o una encuesta entre internautas que atestiguan que esta ciudad tiene los atardeceres más maravillosos del mundo.
Aunque puede que para subir al mirador de San Nicolás te multaran y no sabemos si la sanción se quedó en un cajón.
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