Pedro Sánchez clausuró este domingo en Madrid la Escuela de Buen Gobierno del PSOE, de la que se ha comentado más la ausencia de Susana Díaz que las numerosas presencias. Normal, si entre los ponentes independientes invitados por el partido había algún personaje de cuestionado prestigio como quien esto escribe.
Suelo acudir allí donde me llaman, sobre todo si me dejan meter la cuña publicitaria de mi libro. Y ya que estaba, me dediqué a observar, que es la manera que tenemos los periodistas de extraer nuestras propias conclusiones.
Con su plante -pongamos que involuntario-, Susana Díaz consigue el objetivo que se le presupone aunque también el contrario. Por un lado, mantiene viva la llama de la división del partido, que es una forma de preservar su espacio. Pero, al mismo tiempo, refuerza el liderazgo de Pedro Sánchez en un amplio sector de la militancia, que las primarias evidenció que es mayoritario.
A estas alturas, quizás el secretario general ya se haya percatado de que el distanciamiento le interesa más que le perjudica. Sobre todo porque, de manera aparentemente accidental, está consiguiendo que la presidenta andaluza quede alineada en el bando del “viejo socialismo”.
En estos momentos, más que los bandos a Pedro Sánchez deben ocuparle los bandazos. Que su partido tenga una posición formada en los temas candentes. Porque por reafirmar su liderazgo interno también corre el riesgo de desconectar con gran parte de la sociedad. Que ese es el camino -a la inversa- que pretender recorrer Susana.