Me llama un concejal del Ayuntamiento de Granada y apela a mí en mi condición de ‘onofrólogo’, que a priori suena a médico de partes pudendas. De un tiempo a esta parte me he especializado como traductor de Onofre Miralles, que es un idioma entre sarcástico y críptico que en su día estudiamos los mismos que aprendieron el esperanto confiados en que tendría futuro.
Han sido trece años sin que pasara nadie por mi consulta de ‘onofrólogo’, repitiendo yo mismo en mi soledad frases del tipo ‘este macho no es capón’ por si llegaba el momento en el que Onofre se convertía en noticia. Y ha sucedido. Ahora aprenden el mirallés por el método Vaughan y no distinguen un veto de una envolvente ni entienden las alambicadas conexiones del “despacho de los contratos traviesos”.
Me preguntan si pienso que Onofre Miralles va de farol al insinuar la moción de censura. Experto en el manejo del rifle sabe que solo tiene una bala y no la va a disparar al aire. Y ahora le escribís en Twitter a @onofremiralles para que traduzca a Chirino.