El PSOE ha optado por no hacer ninguna valoración pública hoy viernes tras su reunión con la portavoz interpuesta de Junts. En realidad, quien decide no estaba en Madrid sino en Waterloo.
De Miriam Nogueras nos puede interesar la acidez de su verbo y su mala leche española tras su cara de catalana ofuscada. De Patxi López, la solidez con la que es capaz de argumentar una cosa y la contraria, la sobriedad con la que expone un disparate y esa manera en la que nos regaña por acogernos al sentido común. Pero a quienes queremos escuchar es a Carles Puigdemont y a Pedro Sánchez.
Se ha forzado tanto el relato que el PNV y ERC hasta parecen partidos con vocación de Estado. Al menos, que se conforman con hacerle el menor daño posible. Mientras Junts enarbola la bandera de los catalanes; después, la independencia de sus catalanes; y, al final, la escisión de los votantes de Junts. Porque la aspiración soberanista ha dejado de ser una causa con pretensión general al salvoconducto particular de unos pocos.
Pero no hay que pasar por alto que Pedro Sánchez aún no ha salido de los circunloquios sobre los que da vueltas como un hámster. Y, por lo que me cuentan, su pronunciamiento no será lo que se intuye de sus silencios.
En política, siempre es más seguro pensar que las cosas no son lo que parecen.
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