Hace veinte años que publiqué mi primer artículo en un periódico -una entrevista a Rafael González Serna, que después sería autor de un himno del Betis-. Dos décadas después, puedo decir que he pasado más tiempo en una redacción que en los bares; por lo que es probable que mi vida -o la mitad de ella- haya sido una pérdida de tiempo.
Quizás no sea más que un periodista cuenta chismes y un escritor muy querido -básicamente, porque sólo me lee mi familia y aún me guarda algo de aprecio-.
Y tanto mi crédito -que tengo en el periodismo el mismo que en el banco- como mi prestigio están en este montón de papeles que conservo en mi mesa y que, con el paso de los años, me ha superado en altura; cosa que tampoco es difícil.
Aquí hay sumarios judiciales en los que me dejé varias dioptrías en busca del algún dato que avalara mis sospechas; informes comprometidos que nunca encontrarás en un portal de transparencia; libretas con historias que me hicieron mejor persona; presupuestos incumplidos; fotografías que merecerían la pena haber sido publicadas; y, sobre todo, hay mucho papel inútil que no tiro porque soy muy flojo.
Todo lo guardo por si algún día el presente pudiera explicarse con los folios de mi pasado.
¿Cuánto vale este montón de papeles? Este estercolero de corruptelas, este desván de noticias, este arsenal de puñaladas traperas.
Quiero compartirlo con todos vosotros en esta nueva etapa de Ideal on+. Porque no es lo mismo decir que contar; ni tirar la piedra que poner la cara.
Por mi parte, quiero hablar con mis seguidores uno a uno; que tampoco me llevará excesivo tiempo.
Todos los miércoles enviaré una newsletter a los suscriptores que estén interesados en la actualidad política. Y como quedará entre nosotros, podremos conspirar sin ataduras.
Empiezo este miércoles, aunque me tenga que dirigir a mí mismo. Y tengo reservada una foto que conseguí hace unos cuantos días y que va a suscitar comentarios y cotilleos.
Evidentemente, digo todo esto para crear expectación y que os suméis al on+. Después resultará que la fotografía será tan absurda como esta columna.
O no.