Para acabar el congreso del PSOE en Torremolinos enchufaron La Internacional. No parecía estar muy ensayado, unos levantaron el puño -el del móvil, no; el otro- y luego vieron que Juan Espadas y Pedro Sánchez permanecían con los brazos descolgados y optaron por bajar el brazo. Entre la descoordinación y el movimiento repetido, aquello parecía el baile de los Teletubbies.
Estas cosas se hubiesen evitado de haber sonado el himno de Andalucía.
Podría ser una anécdota, pero es el síntoma de cierta improvisación en la recién llegada dirección de un partido que ha querido ser muchas cosas al mismo tiempo. Pedrista, el Juanma Moreno de la izquierda, sindicalista, centralista en Sevilla y periférico andaluz. Y, entonces, sucede que uno sube una mano, se pasa la otra por la cabeza, y no sabes si está enarbolando la bandera del nuevo socialismo o canta aquello de soy una taza, una tetera, una cuchara y un cucharón.
El equipo que ha elegido Juan Espadas puede corregir este desconcierto inicial. Le rodean varios socialistas de esos que están en una etapa de su vida que no buscan nada y que pueden aportar el argumentario y la carga ideológica que aún le falta a este proyecto.
Porque el déficit todavía por compensar es la visión regional. Es cierto que ha equilibrado con el reparto de poder en la ejecutiva, donde el PSOE de Granada -por ejemplo- ostentará el mayor poder orgánico de su historia. Pero tienen trabajo. Porque los tics, la visión y los planteamientos del equipo más cercano con el que hasta ahora ha funcionado Juan Espadas carecen de una perspectiva global que compense su inevitable etiqueta sevillana. Y eso, fuera de Sevilla no funciona.
Lo dice un sevillano. Y granadino converso.