Sale Juanma Moreno de su congreso centrado, andaluz, libre y liberado; que son etiquetas que suenan muy bien aunque ideológicamente estén vacías. 

Juanma ha sido protagonista del cónclave sin buscar el protagonismo. El congreso se recuerda más por lo que han dicho de él que por sus discursos. Quizás en eso consista la moderación y la forma más hábil de llamar la atención sea pasar desapercibido. 

Se habla de lo que Isabel Díaz Ayuso aconsejó a Juanma; de lo que Teodoro García Egea respondió a Isabel; de lo que Pablo Casado insinuó sobre Díaz Ayuso; o del ‘sofaning’ entre Elías Bendodo y Juan Marín; -qué es encapsulamiento me preguntas mientras clavas en mi pupila tu mirada de manzanilla en rama-. 

El PP de Juanma se presenta como una marca personal aunque, en realidad, es más bien un compendio de todas las pulsiones que conviven en el partido y que han pasado este fin de semana por el chester de Moreno.

Tiene la aparente espontaneidad calculada de Isabel Díaz Ayuso, la batalla ideológica y la rebelión contra Génova. La sobriedad de Feijóo, la expectativa de una mayoría absoluta y las ambiciones comedidas. La reverencia desorientada de Pablo Casado o la naturalidad de Jesús Aguirre. Es andaluz con himno, del PP sin sintonía, imprevisible como Bea Fanjul y con el pelo ya blanco de Javier Arenas. El partido de la tierra y los agricultores; refugio de la frustración de Ciudadanos y hasta pretende captar el voto de los que ven en Juan Espadas el remedo socialista de Juanma Moreno. 

Ha hecho del PP andaluz el partido que le gustaría al PSOE. Y esa trampa tiene a los socialistas dispersos. No saben si tenderse en el diván para reflexionar sobre su deriva ideológica o sentarse en el sofá con Juanma Moreno.