Inés Arrimadas reunió el domingo en Madrid a los cuadros de su partido -que va camino de quedarse en cuadro- y se comprometió a no dejar caer a Ciudadanos y fortalecer su perfil “municipalista”. Tengo la sensación de que Inés está tan solo a un par de compromisos imposibles de acabar en otro partido.
24 horas después de este alegato, el alcalde del municipio granadino de Huéscar y sus tres concejales han anunciado que dejan Ciudadanos porque no se sienten ni representados ni escuchados. La nueva política ha envejecido pronto y mal.
El caso de Huéscar es el preludio de lo que pudiera pasar si la formación naranja se queda sin representación en el Parlamento andaluz. De las encuestas que he visto o conozco, la que me resulta más creíble -porque no se hizo para que trascienda- le otorga entre uno o ningún diputado y la provincia con más opciones es Málaga.
Si el PP mantiene San Telmo, seguramente contará con muchos dirigentes de Ciudadanos para los niveles intermedios del gobierno. Es obvio, conocen la Junta y la convivencia ha sido buena. Quizás ese es el problema, que en Andalucía y en el resto de España, los que caen simpáticos sin más no sobreviven en política.
Por contra, podríamos asistir a un desmantelamiento del partido en ayuntamientos y diputaciones antes de las próximas municipales. Quizás entonces, Inés Arrimadas atisbe su futuro en las formas que dibujen las cenizas, como si fueran los posos del último café.