Foto: González Molero
Cuando conocí a Gabriel Díaz Berbel, Kiki ya no era alcalde y andaba -todavía- más desinhibido. Lo buscaba en los actos en que coincidíamos porque decía sin cortapisas muchas de las maldades que a mí se me pasaban por la cabeza. Gustaba de recordar las peripecias de su mandato y, con el paso del tiempo, las aderezaba con algo de épica y esperpento y resultaban hilarantes.
Una de la más repetida era la historia de la estancia de Clinton en 1997. La suegra del presidente de EE UU había venido en visita privada en Semana Santa y Kiki la llevaba a comer caracoles al Albaicín. Hasta aquí, creíble.
Estaba tan agradecida que, al marcharse, le preguntó cómo podía corresponderle y el alcalde granadino respondió que trajese al yerno. «Tú no sabes lo que manda una suegra en EE UU», apostó Dorothy Rodham.
Y vino Clinton. La Casa Blanca se empeñó en visitar el mirador de San Nicolás, pensando que aquel lugar era el que se había quedado grabado en la mente a Bill Clinton cuando estuvo de estudiante en Granada 29 años antes.
A Díaz Berbel le preocupaba sobremanera la presencia de dos hippies que, en el último mes, echaban más horas en la plaza de San Nicolás que la cruz de piedra, con una guitarra y una litrona. «Le dije a Luis Viciana -entonces jefe de la Policía Local- que ese día no quería verlos». ¿Y qué pasó? Que los dos hippies estaban allí, pero enchaquetados y con un pinganillo en la oreja porque no eran más que dos agentes camuflados que se habían pasado varias semanas estudiando el terreno.
Cuando Clinton llegó a San Nicolás le resultó nuevo. En realidad nunca había estado allí. Él recordaba un atardecer donde el sol se escondía tras las montañas. En definitiva, el del mirador de San Cristóbal. Porque el sol se pone por el oeste, en Granada y en Finisterre.
En cualquier caso, aquellos últimos minutos de luz lo dejaron embelesado. Francisco Fernández Fábregas -que después fue embajador en Polonia- se le acercó y le preguntó retóricamente: «¿Verdad que es la puesta de sol más bonita del mundo?». «Sí, es verdad», respondió Clinton. Y a partir de ahí, Kiki hizo el resto para que creciera la leyenda.
El presidente popular, Alberto Núñez Feijóo, tiró de chascarrillo el sábado en su mitin en el mirador de San Nicolás y bromeó con que Clinton nunca estuviera en Finisterre para poder compararlo. Pero resulta que ya hemos perdido la capacidad para interpretar hasta el chiste más sencillo y se ha formado la polémica.
Manuel Pezzi, que aparece siempre que el PSOE no tiene más alternativas, ha llamado a Feijóo «tontopollas», pero sin connotación sexual. Ese al que Díaz Berbel advirtió en una ocasión que, si lo pescaba, lo tiraba a la Fuente de las Batallas. A lo que Pezzi respondió que había comprobado la profundidad y pensaba que haría pie pese a su discreta estatura.
Esas campañas sí tenían gracia.
Deja una respuesta