La esposa del presidente de la República Argentina Juan Domingo Perón llegó a Granada el domingo 15 de junio de 1947, en una de las paradas de un viaje oficial por España que la llevó a Madrid, Toledo y continuó en Sevilla y Huelva. Evita pasó 24 horas en nuestra ciudad, en las que cumplió con una apretada agenda: a las siete de la tarde, su avión aterrizó en el aeródromo de Armilla, donde fue recibida por las autoridades civiles y militares como si de un jefe de estado se tratase. Faltó el alcalde Gallego Burín, que estaba enfermo, y fue sustituido por Méndez Rodríguez-Acosta. Los vecinos no se quedaron atrás y, según las crónicas de IDEAL, engalanaron los balcones y se echaron a la calle para aclamar, entre vítores y aplausos, a la «emperatriz de Argentina». Además el delegado provincial de Trabajo,Torres Cruz, había declarado ese lunes ‘día festivo no recuperable’, así que gracias a la Perón, los granadinos tuvieron puente.
Evita visitó la basílica de las Angustias y recorrió en coche de caballos la distancia hasta la Catedral, a la que entró bajo un palio. Fue a la fábrica de pólvora de El Fargue y descansó en el Alhambra Palace, cuyas habitaciones se habían decorado con obras de arte típicas granadinas cedidas por instituciones y familias de la ciudad. Cenó en el salón de plenos del Ayuntamiento, convertido en comedor de gala, y desde el balcón saludó con un espectacular abrigo de visón. La argentina respondió al calor popular entregando «disimuladamente» donativos de billetes de cien pesetas a «quienes veía con peor aspecto». Por cierto, la hija de un repartidor de nuestro periódico fue una de las afortunadas. A las siete de la tarde del día siguiente, la ciudad volvió a la tranquilidad.