Una violenta ventisca de nieve azotaba el rostro y pretendía derribar al caminante ya sometido al duro esfuerzo de avanzar sobre la blanda y profunda capa blanca que cubría la montaña». Pero las extremas condiciones meteorológicas no fueron un impedimento para los voluntarios, vecinos de Jérez del Marquesado, médicos de los pueblos de la zona y guardias civiles que integraron el equipo de socorro. Tenían que llegar hasta la zona conocida como del Picón, donde a las nueve de la noche del 8 de marzo de 1960, había caído un avión de las Fuerzas Aéreas norteamericanas.
El accidente pudo haber sido una catástrofe, pero la pericia del piloto, que logró un aterrizaje en una zona relativamente llana y cubierta de nieve, evitó lo peor y se saldó con 28 heridos de los 30 ocupantes del aparato. Dos de ellos, que resultaron ilesos en el choque, el teniente John Schulick y el cabo Konia Adi, fueron a buscar ayuda y caminaron durante más de cinco horas por senderos desconocidos hasta llegar al pueblo del Marquesado.
Cuenta la crónica de IDEAL que como en Jérez nadie les entendía, las autoridades pidieron ayuda telefónica al cercano pueblo minero de Alquife. Pero fue la valentía de los vecinos la clave para el rescate, porque permitió sacarlos de allí pese a las malas condiciones, y se volcaron después en sus cuidados. Meses más tarde, el embajador norteamericano visitó el pueblo para agradecer el gesto heroico que salvó a sus compatriotas.
1 comentario en El avión que se estrelló en Jérez
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Me acuerdo perfectamente de este accidente. Yo tenia entonces 14 años. Recuerdo haber estado en verano dentro del avión, pues aquella noticia se hizo tan popular, que en los años siguientes muchas personas subíamos hasta la mancha de nieve perpetua «la vaca»(hoy desgraciadamente no existe igual que «las américas»)que fue el lugar exacto en el que aterrizo, teniendo gran suerte, ya que en ese lugar se encuentra como una cornisa natural de unos 50 metros de anchura y unos 200 de longitud y acto seguido un tajo considerable, por el que irremediablemente se hubiera despeñado.SI bien su gran suerte fue el dar con un pueblo de valientes, que expusieron sus vidas para salvar a los tripulantes rescatándolos del frió polar ( pues no olvidemos que era un tiempo tormentoso, de noche y a casi 2500 metros de altitud ( en la misma falda del Picón de Jerez más de 3.000. metros) que esos valientes disponían de pocos medios pero tenían corazón grande y voluntad de ayuda más grande aún. Una gesta épica `para ser contada y recordada.