Después de trece años de obras y setenta y uno de vida universitaria, el majestuoso edificio de la avenida de Madrid ha «despedido» a sus alumnos
Cuando el decano y los alumnos llegaron al moderno edificio de la nueva Facultad de Medicina, el Hospital Clínico todavía estaba en obras. Corría el año 1944 y la facultad tampoco estaba terminada, pero el decano Miguel Guirao, ante las intenciones de Queipo de Llano de instalar en las flamantes instalaciones la sede de la Capitanía General, arengó a los estudiantes y ocupó la que hasta la que hace unos días ha sido la casa de generaciones de médicos granadinos. Una placa en un pasillo de la ya «vieja» escuela recuerda la obstinación del profesor que en alguna ocasión declaró: «Este edificio de la Facultad de Medicina, que tardó en terminarse más de veinte años, es algo consustancial a mi vida. Desde las primeras gestiones, los primeros planos, hasta llenarme de barro, de cal, de pintura, de cemento, puedo decir que he seguido las obras día a día. Aquí he vivido los mejores años de catedrático siempre al lado de mis alumnos«.
Tradicionalmente, aulas y despachos de la Facultad de Medicina compartían espacio con otros estudios en el edificio de la plaza de la Universidad. Desde mediados de los años cuarenta del siglo XIX, los futuros médicos disponían de varias salas en el hospital de San Juan de Dios para realizar las prácticas clínicas con enfermos. En 1887, Medicina dispuso de una nueva facultad en la calle Rector López Argüeta, en el terreno ahora ocupado por Sociología y Políticas, y que estaba muy cerca del hospital. Sin embargo, el vetusto edificio se había quedado pequeño para acoger a los quinientos alumnos que entonces se matriculaban, las condiciones de trabajo y estudio eran precarias y hay quien cuenta que los roces entre catedráticos y los doctores del San Juan de Dios eran frecuentes. La construcción de un nuevo centro docente y un Hospital Clínico era necesaria. El granadino Natalio Rivas, ministro de Instrucción Pública, y el decano Amor y Rico defendieron esta idea, desarrollada en los años sucesivos por los rectores del centro hasta que en 1928, bajo la dirección de Fermín Garrido, uno de los médicos más queridos de Granada, se aprobó la construcción de la nueva Facultad de Medicina.
En un principio se pensó en construirla en la zona ocupada por las huertas de San Juan de Dios, pero finalmente, se eligieron unos terrenos lo suficientemente amplios para las intenciones de la Universidad, aunque algo alejados de la ciudad. Eran propiedad de Manuel López Sáez, un acaudalado empresario que los vendió al claustro a «1.000 pesetas el marjal». Unas 80.000 pesetas.
Los arquitectos Sebastián Vilata y Vicente Botella ganaron el concurso de ideas y diseñaron el proyecto de unas obras que comenzaron en 1931. Unos años más tarde, la Guerra Civil las paró. Las necesidades del conflicto hicieron de las instalaciones de la facultad y el hospital un cuartel, un pabellón de refugiados, un hospital de sangre y el sanatorio para los soldados marroquíes.
Puesta de largo
La nueva facultad tenía tres fachadas, tres plantas y tres espaciosos jardines. Este diario la describía así el día de su estreno: «Las galerías de suelo y zócalos de mármoles de Loja son de color crema jaspeados y ruedapiés y recuadros de caliza de Sierra Elvira. Dos escaleras imperiales y otras seis de menos prestancia, aunque bonitas, a base de mármoles también, enlazan los pisos para relacionar más entre sí los servicios y a la vez hacerlos más independientes de los demás, sin promiscuidad de funciones. Las dependencias oficiales como el Aula Máxima, las salas de profesores y de juntas, decanato, secretaría, oficinas, archivo, bibliotecas y museo anatómico son verdaderos modelos de comodidad, propiedad, limpieza, capacidad y estilo». La inauguró José Ibáñez Martín, ministro de Educación Nacional el 4 de junio de 1944, en plenas fiestas del Corpus, y el mismo día que Manolete dio una vuelta al ruedo en la vecina plaza de toros. Había costado 35 millones de pesetas.
Ahora que sus alumnos han emigrado a un nuevo centro en las afueras y junto a un hospital que funciona a medio gas, toca preocuparse por el futuro de este edificio. El catedrático Enrique Villanueva Cañadas, publicó hace unos meses en este periódico una propuesta para convertir el edificio en un gran museo. «Tenemos materiales de sobra y sería único en la universidad española», añade el profesor Antonio Campos, presidente de la Real Academia de Medicina. Podría ser el gran museo para los cinco siglos de historia de la UGR.
Un final digno para uno de los edificios más queridos de la ciudad.
**Para saber más: «La facultad de Medicina» Juan Bustos (IDEAL 6 de julio de 1998)
*** Medicina y Salud en Granada. Guillermo Olagüe de Ros. De la colección Historia de Granada publicado por IDEAL (2003)
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