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Bienvenidos a la ciudad con «Orejas»

 El verano de 1952

Las calles de Granada estaban llenas de turistas. Llegaban desde todos los rincones del mundo y ya nadie se extrañaba de ver desfilar a mujeres con la cara cubierta por un velo, indias con sus saris de vivos colores e incluso a alguna señora ¡con pantalones! (comenta un asombrado periodista en IDEAL). También había algún que otro extranjero que se atrevía a pasear en traje de baño, moda muy criticada por este periódico, que no entendía esta falta de decoro («creerán que estamos en el Congo», apostilla el compañero). Para atender a los visitantes, en Granada trabajaban 27 guías locales y había cuatro agencias: Wagon Lits, Meliá, Viajes Marsans y Viajes Aymar. Además, aquel año el Ayuntamiento puso en marcha el «Cuerpo Uniformado en Enlaces de Turismo». Su trabajo era informar a los visitantes sobre los hoteles, restaurantes y garajes. El propósito de este oficio era retirar de la calle a todos aquellos que intentaban sacarse un dinerillo a costa del turista, un grupo de pillos al que comenzaron a llamar «los Orejas». Estaban perfectamente organizados. Aguardaban en los puntos estratégicos de acceso a la ciudad la llegada del viajero y «asaltaban» al turista con la mayor discreción. Cuando conseguían subir al coche, comenzaban a actuar. Si el visitante tenía el propósito de alojarse en algún hotel, del que «el Oreja» no recibía comisión, este desaprobaba la elección utilizando todo tipo de argumentos, que si la comida, que si las habitaciones… exigían primas a restaurantes, comercios y garajes para llevarles clientes. Aquel año IDEAL incluso llegó a hablar de los «brotes de gigolismo», pues se habían visto a elegantes jóvenes, «que parecen estudiantes», merodear los hoteles ofreciéndose como guías a cambio de un combinado, un paseo en taxi o un paquete de tabaco.

Solícitos guías se ofrecen para ayudar a unos turistas suizos a su llegada a Granada. Fotos de fecha desconocida. Torres Molina/archivo de IDEAL
Solícitos guías se ofrecen para ayudar a unos turistas suizos a su llegada a Granada. Fotos de fecha desconocida. Torres Molina/archivo de IDEAL

 

Entre los ilustres turistas que visitaron Granada ese año, en el que, por cierto, se celebró el I Festival de Música y se inauguró el Teatro Isabel la Católica, estaban Joan Fontaine, Rita Hayworth o Carmen Sevilla, que visitó las rebajas de los Almacenes Moisés. Por cierto, una curiosa errata se cuela entre las páginas de IDEAL, que «bautizó» a la «nueva» patrona de los bares y cafés como «Santa Malta», en lugar de Santa Marta, festividad que se celebra el 29 de julio.

Vacaciones en casas de labranza alpujarreñas

Aquel verano de principios de la década de los setenta se agotaba, y los pueblos de la comarca alpujarreña despedían poco a poco a sus visitantes. La opción del turismo rural no es una nueva moda. A finales de los años 60 el gobierno, a través del Ministerio de Información y Turismo, trató de impulsar esta otra opción de vacaciones. Lo hizo entregando subvenciones a agricultores para adaptar sus viviendas a las necesidades de los exigentes turistas. A este programa se le conoció como «Vacaciones en casas de labranza», e incluso se editó una guía que se estuvo actualizando hasta los años ochenta. La Alpujarra fue una de las comarcas agraciadas con estas ayudas. Se creó un Patronato de Promoción de la comarca que, por ejemplo en 1975, entregó un millón de pesetas, de préstamos sin intereses a diez años, para el acondicionamiento de casas de labranza en la zona. Cada hogar recibió subvenciones que oscilaban entre las diez mil a cien mil pesetas, según las reformas que debieran acometer para hacer más agradable la estancia al viajero (en esa época algunas no tenían ni agua corriente ni aseos).

Los municipios de Capileira, Bubión y Pampaneira, pero también Busquístar, Soportújar, Pitres o Trevélez, comenzaron a construir la base de su infraestructura turística en estos años, aunque ya tenían alguna experiencia en estos menesteres (el hotel Teide, en Bubión, por ejemplo, funcionaba desde antes de la Guerra Civil). La prensa de la época también se hacía eco de las virtudes de esta nueva opción de turismo que ofrecía «tranquilidad, alimentos sanos y a un precio razonable». En agosto de 1970, el redactor de IDEAL Gómez Montero escribía que los hogares de la Alpujarra «son la mejor atalaya al aire y al sol para pasar unas vacaciones lejos del bullicio». En el 71, el periódico cuenta la historia de Susana, «una rubia y joven canadiense que ha descubierto un bello balcón con flores y una casita blanca en la cuesta empedrada que baja al río Poqueira». En Capileria, que tenía en proyecto la construcción de un Parador de Turismo, estaba la conocida como «casa del Sueco» y ya contaba con el «brote de un barrio inglés» en la zona de «El Perchel», porque varios ciudadanos británicos habían adquirido propiedades aquí.

«Los Orejas» actúan en Granada

Comerciantes, hoteleros y varios propietarios de aparcamientos públicos de la ciudad denunciaron a través de las páginas de IDEAL a los que popularmente se conocían como ‘Los Orejas’ porque, según ellos, explotaban al turista y obligaban a los empresarios a pagarles una comisión para que el visitante pasara por sus establecimientos.

Esto es lo que publicó el periódico en un día del mes de febrero de 1952:

«‘Los orejas están perfectamente organizados. En los puntos principales de acceso a la ciudad se sitúan previamente y esperan el paso de los automóviles que llegan a Granada con turistas. Muchas veces aprovechan incluso la proximidad de los guardias de circulación. Allí se paran y allí ponen su industria.

Al llegar el automóvil de turistas «lo asaltan» con la mayor discreción. Parece incluso que hay orejas que hablan idiomas lo suficiente para acompañar a los extranjeros. En cuanto suben a los coches para indicarles un hotel o una dirección, empiezan a actuar.

Si el turista lleva ya el propósito de alojarse en un hotel y este es de los que no dan comisión al ‘oreja’, le hablan pestes del establecimiento: que si la comida, que si las habitaciones… en ocasiones han llegado a decir hasta que la Alhambra era zona peligrosa.

Luego llega la hora de llevar los automóviles al garaje. ‘Los orejas’ han establecido el precio que han de llevar por comisión y ni que decir tiene que estas condiciones son onerosas.  Y ¡hay del garajista si no se aviene a las condiciones que imponen los ‘orejas’! El que una vez los defrauda no ve más un automóvil de turistas por su establecimiento. «

Además exigían sus comisiones a tiendas de artesanía y tiendas de antigüedades, los comercios preferidos por quienes nos visitaban.