Reconozco que me gustan las elecciones municipales más que ninguna otra. Son de lleno en las que entra la gente y los asuntos más próximos. Es donde se le juegan los apellidos y los motes incluso por encima de logos, siglas y tendencias. Son la propia esencia de la cultura democrática de quienes pretenden gestionar sensaciones, bancos, farolas, pavimentos, árboles, apoyo, integración, calidad de vida, desarrollo, transporte, diseño, reciclado, bienestar, diversión, trabajo… Es la política en mayúsculas que va de las cosas más pequeñas a las ideas más grandes y la que es capaz de condicionar, o puede hacerlo, la vida de los personas desde la felicidad o la desde la angustia de quienes pierden metas y retos.
Estoy teniendo la oportunidad de encontrarme y charlar con muchos de los candidatos de pueblos granadinos que el domingo llegan las urnas. Los hay jóvenes e idealistas que confían en los ayuntamientos para cambiar el mundo. Los hay con la experiencia de la gestión de varios mandatos. Los hay atrevidos en sus propuestas, los hay con tanta firmeza ideológica que son incapaces de dosificar el sentido común, y los hay realistas y comprometidos. Experiencia y juventud compiten el domingo sin que ninguna cualidad sea mejor que la otra y ambas se necesitan para el equilibrio de lo posible y lo necesario, de la utopía y de los sueños. Pueblos, aldeas, anejos y ciudades dependerán de ellos y de ellos dependerá que sean lugares para vivir y prosperar o rincones de olvido y abandono.
Los gestores que repitan en sus puestos y los que estén por venir, tienen el 24M la enorme responsabilidad que exige la conciencia de lo público y la obligación de facilitar la fantasía de la esperanza antes que ceder a las tentaciones partidistas que acaban por contaminarlo todo desde la ignorancia y el apego programático tan visceral como inflexible. El domingo es una oportunidad para los que creen que la convivencia se construye desde los ayuntamientos, para creer en los políticos que merecen la confianza porque llegan para servir y no para servirse. El domingo es una excelente oportunidad para que la vida encienda calles y plazas de pueblos y ciudades si somos capaces de apartar a los crápulas y votar a los que creen de verdad en la gente, porque esa gente, como usted y como yo, es para la que va a trabajar durante los próximos cuatro años.