Esta semana el alcalde de Sevilla lo hemos visto pasear por la Feria de Málaga de la mano de su colega. Los dos hablaron del eje estratégico Sevilla-Málaga que promueven para acaparar inversiones en sectores como el turismo o las tecnologías, y crear un frente político-económico competitivo ante Europa, España y, desde luego, frente al resto de provincias andaluzas. En la idea llevan trabajando tiempo y reconozco que no es mala iniciativa si no fuese porque resulta insolidaria y ventajista con el resto del territorio andaluz. Sevilla y Málaga siempre se han creído los listos y los guapos de la clase andaluza, los artistas de la comunidad que manejan los hilos del poder político y económico que, por otra parte es verdad, para que lo vamos a negar.
En el fondo lo único que hacen con esta propuesta es dejar que se manifieste públicamente un subconsciente en el que ambas ciudades tienen claro que ellas, solo ellas, pueden, saben y quieren y que al resto los zurzan, con la sensación también de que si las cosas les van bien a malagueños y sevillanos les va bien a los demás andaluces.
Como digo no me sorprende que Sevilla y Málaga se organicen para poner tierra de por medio y aprovechar su enorme potencial para progresar, pero lo peor es que tampoco me sorprende que desde Granada nuestros próceres sigan cogiendo uvas -quizás es lo propio porque estamos en tiempo de vendimia- y no valoren las consecuencias que pueden tener quedarse fuera de la mesa en la que se repartan las viandas. Cierto es que los mandamases de la alianza dijeron tras su último encuentro que invitarán a ciudades como Granada y Córdoba a participar, aunque dejaron claro que será después, cuando todo esté maduro y hecho, que es tanto como presumir que ninguna de ellas tendría entonces mucho que decir ni pedir. Serían más bien decoros mediáticos y ‘relaxing’ de conciencias políticas porque de haber querido que los vecinos estuviesen en el proyecto habrían contado con ellos desde el minuto uno, y no ha sido el caso. Y eso sin hablar de Jaén o Almería, o de Cádiz y Huelva.
Un eje estratégico Málaga-Sevilla como el que se ha proyectado por ahora puede facilitar una Andalucía de dos velocidades que el Gobierno andaluz no debería facilitar si el objetivo de la Administración andaluza es un territorio equilibrado en el que los más fuertes no se distancien de los débiles. Cada provincia tiene derecho a usar sus armas para progresar pero la Administración andaluza está obligada a armonizar intereses y recursos para que unos no dejen descolgados a los demás en el deseable desarrollo social y económico de la comunidad. Andalucía debe ser una en la que todos sumen y todos participen y los ayuntamientos son armas poderosas para ayudar a construir y edificar. Pero sin exclusiones.
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