¿En qué se parecen dos políticos tan diferentes, diría que antagónicos, como Antonio Jara Andréu y José Torres Hurtado? Solo en una cosa: a los dos el cargo los acaba transformando con el paso de los años en personajes alejados de la realidad, de la gente, de sus partidos, de los medios y hasta de la ilusión con la que llegaron al puesto. Jara experimentó la metamorfosis que le llevó de ser solo alcalde, el mejor alcalde, a convertirse en un ser divino. Diría que es el mismo proceso que envuelve ahora a Torres Hurtado, atrapado en esos años de cargo que probablemente le sobran a todo político que pierde la perspectiva y se deja llevar por el poder que solo parecen poseer los elegidos por la naturaleza o el cielo, según los casos.
Jara, probablemente el mejor alcalde en la historia de Granada -dicen algunos que sólo se le acercó Gallego Burín- fue el promotor de la Granada que traspasó la frontera de la modernidad. Pese a sus errores, fueron más sus aciertos y de sus gobiernos salen las grandes infraestructuras que disfruta hoy la capital y el diseño de una ciudad que peleó por sueños y recogió realidades como el Parque de las Ciencias, el nuevo estadio de los Cármenes, los puentes del Genil, el Palacio de Congresos o la proyección de la Sierra Nevada que es hoy una de las mejores estaciones de esquí europeas. Pero de esos años de ideas y de impulso durante el último mandato Jara se aisló y desaparecó de la calle y del contacto con la gente, agrió el carácter y se dejó llevar por una corte de aduladores que le hicieron creerse Dios en la tierra de Granada, dueño y señor de voluntades y único ser con la razón y la verdad. Parecía subido a un palco desde el que hablaba y pontificaba. A Jara le sobraron esos cuatro años en los que pasó de alcalde de todos a divino y soberbio, aunque su legado es y será el que es.
Y como Jara, da la impresión de que Torres Hurtado está en ese proceso en el que se desnuda un alcalde y se viste la arrogancia. Con sus errores, la gestión municipal de Torres Hurtado no se ha caracterizado por grandes obras ni proyectos, pero se ha curtido en el día a dia en una ciudad de servicios y equipamientos ciudadanos que los barrios agradecen. La ciudad ha mejorado con su gestión y aciertos han sido remodelar Ganivet o ampliar la peatonalización del centro, pero del Torres Hurtado festivo, ameno y popular en el sentido amplio de la palabra, el alcalde y candidato lleva meses rodeado de palmeros haciéndole creer que es eterno y poderoso como nadie y se ha convertido en un político arisco, algo rencoroso, un hombre desconfiado que ve fantasmas y enemigos donde no los hay, y un político que está por encima, incluso, de su propio partido. Esta campaña electoral ha dado la impresión de no necesitar nada ni a nadie, ha despreciado a medios de comunicación porque cuentan lo que no le gusta y se muestra seguro de una victoria por mayoría absoluta que le permita seguir creciendo como el ‘dios terrenal’ de una Granada que está a sus pies.
Los políticos deberían saber que cuando se les disfigura el rostro de la ilusión y se pierde la sonrisa sincera y abierta, generosa y tolerante, y les dominan las pasiones quizás sea la hora de recoger o de regenerarse y ambas son buenas opciones.
muy atinado, sensato…………además de ciertisimo¡¡¡¡¡